viernes, 10 de abril de 2009

Las Últimas Palabras del Toro de Minos

He aquí el microrelato que presenté al Teseo. Es una pequeña locura pero no sé cómo me vivo a la cabeza la imagen de un minotauro con gafas y delantal y lo escribí. No era mi primera opción pero el primer relato nunca llegó a escribirse. Al menos es divertido.




Las últimas palabras del toro de Minos

— Ummm, ¿azúcar?
— ¡Atrás, monstruosa criatura! ¡Conocerás el frío acero de mi espada!
— Entonces no quieres azúcar. Ummm. Mejor, creo que no me queda nada. Ummm. Es que no suelo tener muuchas visitas aquí abajo. ¡Galletas! Creo que me quedaba alguna. Ummm.
—¡No te muevas, engendro del infierno! Ensartaré tu negro corazón y mostraré al mundo tu cabeza putrefacta.
— Deben de estar en la alacena. Ummm. No te importaría ir a buscarlas, ¿verdad? Ummm. Mientras yo hago el café. Ummm. No tiene pérdida. Sigues todo recto la tercera desviación a la izquierda, luego avanzas por el pasillo y giras a la derecha, dos veces, sigues el camino que tuerce por la cuarta calle a la izquierda y todo recto justo antes de llegar a la segunda desviación a la derecha encontrarás una puerta pequeñita. Ummm. Esa no. Es la segunda puerta tras la tercera desviación, allí está la alacena. Ummm. No tiene pérdida.
— ¡Detén tu cháchara incesante, odiosa bestia! ¡No me confundirás! Sé bien las atrocidades que has cometido...
— Soy un anfitrión realmente espantoso, ummm. Pero... ha pasado tanto tiempo desde que alguien vino a visitarme.
— ¡Mientes! Sé bien que has devorado a todo aquel que osa adentrarse en el laberinto. Eres una monstruo cruel con una ansia de sangre incontrolable. Por eso su majestad a tenido a bien encerrarte en este lugar.
— Ummm. Eso dicen, ¿verdad? Pero … ¡me has mirado bien! ¡Soy una vaca! Ummm. ¡Buuuu! ¡Qué miedo, qué espanto! ¡La vaca asesina! ¡El ataque del rumiante homicida! Ummm.
— ¡Atrás! No me dejaré engañar por tu aspecto apacible ni tu florido delantal. ¡Soy Teseo, hijo de Poseidón, y vengo a matarte!
— Ummm. Había deducido tus intenciones cuando comentaste lo del frío acero de tu espada, luego lo de ensartarme el corazón y mostrar mi cabeza ha sido... ummm... redundante. ¡El café! Me olvidaba del café. ¿No vas a ir a buscar las galletas?
— ¡Basta ya de palabrería inútil, abominación!
— Tomaré eso como ummm no. ¿Sabes? No eres un invitado muuuy cordial.
— ¡Ahora morirás, eh.... buey!
— ¿Buey? Ummm. ¿Acaso te parezco un buey? ¿Crees que la protuberancia que se dibuja en mi delantal es porque llevo un pastel escondido? Ummm. Paso por lo de monstruosa criatura, engendro infernal, bestia odiosa, monstruo cruel y abominación, pero buey... ¡eso sí que no! Ummm ¡Habrase visto! ¡Ahora sí que me has hecho enfadar! ¡Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!
— ¡Por Poseidón! ¡Por Minos! ¡Muere!
— Vaya por dios, creo que sí, que me has matado. Ummm. Te has quedado sin galletas.
Y, diciendo esto, el minotauro expiró.