martes, 15 de diciembre de 2009

Espejismos de control

Volutas de humo dibujaban escaleras de caracol que llegaban hasta el cielo. Cenizas y maderas chamuscadas, escombros carbonizados, eran todo lo que quedaba de una de las mayores casas de la ciudad. Según los testigos, en apenas media hora la casa se había consumido hasta los cimientos, pasto de las llamas. ¿Qué fuego tan virulento podría causar tal destrucción? Kobe se hacía esta pregunta pero ya sabía la respuesta.

Miró con recelo al vincio de agua de la brigada municipal, el collar en su cuello resultaba vagamente tranquilizador. Su controlador estaba unos metros detrás suyo, lejos del alcance del agua y del fuego, mientras el vincio elevaba olas desde el estanque cercano y las vertía sobre las ruinas, aún humeantes. Hacía, con inusitada facilidad, lo mismo que veinte hombres cargados con cubos. Y, sin embargo, Kobe sintió un escalofrío recorriendo su espalda; tanto poder resultaba inquietante.

El nuevo alud de agua elevó más cantidades de humo, frunció el ceño y se cubrió nariz y boca con la manga de su abrigo. Se trataba de un crimen muy desagradable: el asesinato de un personaje importante y la muerte, supuestamente accidental, de varios de los empleados de la casa. Pero podía ser el caso que había estado esperando para proyectar su carrera a lo más alto.

Uno de sus hombres llegó corriendo, se plantó frente a él y saludó con disciplina.

—Señor, nos han informado de ocho cuerpos. Pero no se descarta que aparezcan más bajo los escombros.

—Ocho cuerpos —repitió Kobe, eso era mucha gente para matar a un solo hombre—. ¿Se ha verificado que el cuerpo de Gayus esté entre ellos?

—Sí, Señor —contestó el joven oficial—. Hemos podido identificar el cuerpo de Primo Gayus entre los cadáveres, en el punto en el que, según los testigos, se originó el incendio. Está completamente carbonizado pero le hemos identificado por las joyas aunque...

El oficial era joven y parecía incómodo, Kobe sintió una punzada de simpatía pero no dejó que le afectara.

—Continúe —dijo con sequedad.

—Le faltaba la mano izquierda.

—¿Faltaba?

—Señor —dijo el joven tragando saliva—, estaba rota, arrancada, le cortaron la mano y creo que se la llevaron.

—¿Cree?

—Es que…es demasiado pronto para asegurarlo.

—Comprendo.

Era fácil comprenderlo, apenas se habían apagado las llamas y el grupo de extinción de incendios trabajaba a marchas forzadas recuperando los cuerpos de entre los escombros. Una mano podía estar en cualquier sitio. Aún así la ausencia resultaba chocante. Una mano... si lo que querían era las joyas podían haberse apoderado de sus collares, o de cualquiera de los objetos valiosos que se exhibían en la casa, Gayus era famoso por sus ostentaciones. Pero el hecho de que cortaran una mano implicaba que había algo en esa mano que necesitaban.

—Mino... ¿se sabe algo del vincio?

El joven oficial negó con la cabeza.

—Nada nuevo —dijo—, testimonios de gente en la calle principal que vieron a un chico que se correspondía con la descripción, pero nadie lo ha visto desde entonces. ¿Cree que ha sido el vincio?

Creo que ha sido el vincio —dijo Kobe—, pero culparle a él es como culpar a un revólver. Hay que encontrar a la persona que lo controlaba, hay que encontrar a su amo.

—Es que... —empezó a decir Mino, se ruborizó— dicen que el amo era Gayus.

—Eso complicaría las cosas, ¿verdad? Averigua todo lo que puedas de ese vincio, de dónde salió, quién se lo vendió, quiero saber si estaba regulado o fue una invocación clandestina. Y, sobre todo, quiero que lo encuentres y me lo traigas.

—¡Sí, señor! —Mino se despidió con un saludo y salió corriendo tal y como había llegado. Kobe sonrió momentáneamente al recordarse a sí mismo a su edad, ¿cuánto había pasado? Casi diez años desde que había entrado en el cuerpo de guardianes. Capitán... era muy joven para su rango, como se preocupaban por recordarle continuamente, pero no le importaba mucho lo que pensaran de él, se lo había ganado y pensaba llegar mucho más lejos.

Desvió la atención hacia las flores del jardín, que se mecían con el viento ignorando el avispero que se había formado a su alrededor. Colores vivos y brillantes y formas llamativas, era un jardín realmente impresionante. Entre esas grandes flores de complicados diseños, había un parterre de flores púrpuras redondeadas, como cabezas de dedal. Kobe se acuclilló para observarla mejor.

—Yo que usted no la tocaría —dijo una voz femenina detrás suyo—, es muy venenosa.

—Dedalera —dijo Kobe mirando con recelo a la mujer— mi abuela preparaba un tónico con ellas. En pequeñas cantidades, es beneficiosa para el corazón.

—Oh —exclamó ella aparentemente sorprendida—, nunca hubiera pensado que todo un guardián como usted sabría de plantas.

Kobe se fijó en el coche aparcado tras la reja de la mansión, y en el curioso personaje de piel marrón y cabello verde que aguardaba a su lado. La mujer era bastante joven, debía rondar la treintena. Como él, también debía haber escalado posiciones sobre los gordos burócratas.

—Se han dado prisa —dijo Kobe y chasqueó la lengua enojado—, les esperaba pero no tan pronto, creí que aún tendría tiempo de hacer mi trabajo antes de que aparecieran ustedes.

—No pretendemos entorpecer su trabajo, capitán —dijo la mujer, su rostro impertérrito parecía esculpido en piedra—, pero si esto ha sido obra de un vincio, le vendrá bien nuestra ayuda.

—No se preocupe, si necesito la ayuda de los invocadores, se la pediré.

martes, 1 de diciembre de 2009

Marioneta de Agua

Os dejo un pequeño teaser de la continuación de Rubí.

Marioneta de Agua

Ara estaba orgullosa de su pan. ¡Y no era para menos! Todas las semanas venían dos o tres criados de las casas nobles y se llevaban varias hogazas para uso y disfrute de algún poderoso señor. Tenía su pequeño puesto en el mercado y, cuando volvía a casa al caer la noche, sólo se llevaba su pequeña barrita porque había acabado con todo.

Su secreto... era suyo, y de nadie más. Algún día, su hijo le acompañaría pero por ahora, prefería estar emborrachándose en alguna sucia taberna. Pero bueno, era un hombre, ¿qué se podía esperar de un hombre? La pescadera de enfrente le gritaba algo, esta mujer... siempre gritando. Pero el mercado estaba abarrotado a esa hora y era imposible oírla.

Ara se separó de su puesto menos de tres pasos, la pescadera quería que le guardara una hogaza, nada más. Lo mismo de cada día. Fue tan sólo un segundo. Era consciente de la presencia de pillos y ladronzuelos e incluso los hombres de buena voluntad alargaban las manos cuando el hambre apretaba, así que nunca se separaba de sus hogazas, eran demasiado valiosas. Pero cuando se giró, se fijó en que a la elaborada pirámide de pan, le faltaba una pieza.

Ara se enfadó, arrugó el entrecejo puso los brazos en jarras. Sólo era un mal día, no pasaba nada, sólo era una hogaza. ¡Pero era su hogaza y no se la habían pagado! Si se corría la voz de que Ara se dejaba robar pronto necesitaría más ojos para vigilar cada una de las piezas y eso sí que no podía permitírselo. Por todos los diablos, ¡era una hogaza! ¿Cómo se podía esconder una hogaza?

Por un momento, sólo un momento, le pareció entrever un resplandor que desaparecía tras el puesto de frutas. Pero no podía ser, apenas era un pequeño agujerito, nadie podía pasar por allí. Ni siquiera un niño pequeño.

Ara suspiró y sacudió la cabeza, intentando restar importancia a lo ocurrido. Lo pasado pasado está y no tenía sentido torturarse por ello, sólo tenía que procurar que no volviera a suceder. De nuevo tras el mostrador, recolocó las hogazas para conformar, de nuevo, la perfecta pirámide. Un nuevo brillo acaparó su atención, esta vez sobre el mostrador. Había un anillo, un anillo de oro con una enorme amatista.

Ara boqueó como un pez y guardó el anillo en el bolsillo mirando alrededor para comprobar que nadie la hubiera visto. Pero era difícil borrar la expresión de felicidad de su cara.

Mañana haré fiesta. —pensó.


lunes, 23 de noviembre de 2009

Una mujer

Como todos sabéis, el pasado día 15 se fallaron los resultados del Teseo. La verdad es que este concurso me pilló en un momento de bajón creativo y presenté dos relatos con pocas oportunidades de ganar. De hecho, uno de ellos no era ni siquiera un relato y el que os pongo a continuación lo escribí diez minutos antes de que se acabara el plazo. Al menos es cortito.

Una Mujer

Acarició el rostro con la palma de la mano. Estaba frío pero todavía conservaba restos del calor que da la vida. Su piel se tornaba más pálida a cada instante mientras el charco de sangre se hacía más grande.
Recogió con cariño una de las serpientes que caía inerte como sus hermanas, a ambos lados de la cabeza. Recordó el terror que le inspiraron, erizadas, con las lenguas sibilantes agitándose, sintiendo la rabia y la desesperación y sintió una punzada de lástima por los animales fallecidos.
Pasó con delicadeza un dedo por los ojos, ahora cerrados, que tantas vidas habían segado. Ya no habría más muertes, se consoló. Una lágrima olvidada se desprendió del párpado inerte y resbaló por su mejilla.
Perseo se sorprendió. Lloraba, ¿por qué lloraba Medusa? ¿Le importaría a alguien alguna vez? Por un momento dudó. Había matado a un monstruo, era un héroe, eso dirían. La terrible Gorgona, la bestia... ¿por qué, entonces, sólo podía ver a una mujer?

miércoles, 30 de septiembre de 2009

El gato, la bibliotecaria y el jarrón.

Pequeño ejercicio de EA que quedó bastante redondito y presenté al Monstruos donde no se comió ni un colín pero recibió unas cuantas críticas amables.

(Relato retirado para participar en un concurso, deseadme suerte)

lunes, 28 de septiembre de 2009

III Certamen de Microrrelatos Teseo

1. Este concurso se organiza a través de la página “El Multiverso & El Reto” y su foro en http://www.elmultiverso.com/ , así pues queda restringida su participación a todo aquel registrado en dicha página a fecha de 30 de Octubre de 2009 o anterior, y que haya posteado al menos una vez en el foro.2. Cada autor puede presentar un máximo de dos (2) obras a concurso.3. Cada obra ha de ser original, inédita (incluyendo Internet) y no estar pendiente de votación en otro concurso. De darse ese caso, el autor sería inmediatamente descalificado.4. Dada la naturaleza y la filosofía de este concurso, se exige en cada edición la respuesta a una pregunta concreta, sin importar el género o la temática que se adopte para dicha respuesta. En esta edición la pregunta a responder es: “¿POR QUÉ LLORA MEDUSA, LA GORGONA?”. Tenga en cuenta el autor que la votación será popular, y se les pedirá a los votantes que valoren con gran importancia que se responda de manera satisfactoria a la pregunta. En manos del autor dejamos el riesgo que quiera correr.5. Serán descalificadas las obras que, a juicio del organizador, sean ofensivas, discriminatorias o falten al respeto al concurso, a los autores presentados o a la página que lo aloja. Se considerará en cada caso la expulsión inmediata y permanente del foro del autor que incurra en estos hechos.6. La obra debe tener una extensión no superior a quinientas (500) palabras, sin incluir el título o la firma. Citas textuales de otras obras, incluyendo la fuente, sí serán incluidas en el límite de palabras.7. La obra se presentará en formato electrónico, en un documento .doc compatible con Word 97-2003. Se presentará justificado y a doble espacio, preferiblemente en fuente Times New Roman o similar, tamaño 12. Estará precedida por un título centrado y en negrita. 8. Los originales se enviarán a la dirección: tercerteseo[a]gmail.com con el asunto: “III Concurso De Microrrelato Teseo”. La(s) obra(s) se enviará(n) en un archivo adjunto por obra presentada (preferiblemente ambas obras, de presentarse dos, en el mismo e-mail); en el cuerpo del mensaje deberán aparecer los siguientes datos: NOMBRE DEL RELATO, NICK DE USUARIO y la DIRECCIÓN DE CORREO a la que desea recibir el aviso de su victoria. La cuenta de correo será cerrada en un plazo entre una semana y un mes tras la resolución del concurso.9. La recepción de originales comenzará el 30 de SEPTIEMBRE y terminará el 30 de OCTUBRE. Cualquier relato enviado fuera de ese plazo no será aceptado.10. Al tratarse de una iniciativa sin ánimo de lucro, la victoria no está remunerada, aunque se hará entrega al ganador de un DIPLOMA ACREDITATIVO de su victoria.
11. El ganador adquiere el derecho y el deber de organizar en un plazo razonable (inferior a seis (6) meses y superior o igual a un (1) mes) el “IV Concurso de Microrrelato Teseo”, adquiriendo en dicho momento los deberes de: PUBLICACIÓN DE LAS BASES, como mínimo en el foro de “El Multiverso & El Reto”; ALBACEA DE LOS ORIGINALES PRESENTADOS; PUBLICACIÓN DE LOS ORIGINALES; RECEPCIÓN Y CONTAJE DE LOS VOTOS; DETERMINACIÓN DE LA PREGUNTA A RESPONDER. Aquel que no desee tales deberes, puede explicitarlo en el cuerpo del mensaje, asumiendo que, de quedar ganador, sería relegado tal honor y deber al siguiente autor cuyo relato haya sido mejor valorado por el jurado y que sí desee estos deberes.
12. El jurado de este concurso es popular. Será exclusivo de los usuarios de la página “El Multiverso & el Reto” a fecha de 30 de SEPTIEMBRE que no participen en el certamen, pero que se presten a valorar las obras presentadas a concurso, así como de los participantes del certamen, que deberán valorar obligatoriamente todos los relatos presentados. El sistema de votaciones será publicado el 1 de NOVIEMBRE, dependiendo éste del número de originales presentados. Los votos se enviarán a la misma dirección que los relatos, indicando en el asunto “Votaciones”, y en el cuerpo del mensaje los relatos escogidos, seguidos de la puntuación otorgada. El plazo de votaciones comenzará en el mismo momento en el que se publiquen los relatos, y finalizará dos semanas después (14 días). Se considera la posibilidad de aumentar el plazo dependiendo del volumen de relatos presentados. En todo caso, deberá mantenerse en secreto la autoría de los relatos hasta que finalice el plazo de votaciones. El autor que incumpla este requisito o de pistas que indiquen cual es su relato podrá ser descalificado.13. Los autores están obligados a votar, siendo penalizados de no hacerlo restándoseles DIEZ PUNTOS del recuento final. Un autor no podrá votarse a si mismo.14. Se estudiará la posibilidad de sacar una edición en papel con todos los relatos presentados a esta y a las anteriores ediciones a través de lulu, bubok u otra editorial de impresión bajo demanda. Por el hecho de participar el autor accede a que su obra sea publicada en una edición no exclusiva (esto significa que el autor puede seguir haciendo uso de su relato como considere conveniente) y sin ánimo de lucro, que no devengará derechos de autor. Aquél que no desee que su relato aparezca publicado deberá comunicarlo en el momento de enviarlo al concurso.15. Todos los participantes, por el mero hecho de participar, aceptarán estas bases.16. Cualquier circunstancia no contenida en estas bases serán resueltas por el albacea del concurso.17. El albacea podría establecer algún colaborador de entre los usuarios de “El Multiverso & El Reto” siempre y cuando no participe en el concurso ni las votaciones o si, de hacerlo, pueda garantizarse el secreto de las autorías y la transparencia con respecto a los demás participantes.18. El albacea desea fervientemente que se diviertan escribiendo, leyendo y votando.28 de SEPTIEMBRE de 2009

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Una buena pi-gamma-delta


Los ingredientes para este relato son:

-3 palabras: Fraternidad, Palestra y Chamusquina

-1 musa dopada

-60 minutos de cocción.

Sigues las instrucciones y creas un nuevo relatillo de Escritura Automática.

Servir caliente.





Una buena Pi-Gamma-Delta




Darla cogió el vestido y se miró en el espejo. Inclinó la cabeza de un lado a otro y, frunciendo el ceño, arrojó el vestido encima de la cama con un gesto de desdén.

— ¡Qué se jodan! No pienso ir. —anunció.

—¡No! —exclamó Rose alarmada. Cogió el vestido que su compañera había vilipendiado y se lo devolvió—. Esta vez no tienes escusa. Eres una pi-gamma-delta, y como pi-gamma-delta tienes que ir a las fiestas de beta-delta-epsilon, y si no, haber entrado en kappa-omicron-alfa que ellas no van a fiestas, ¿vale?

—¡No voy a ir!

El último grito de Darla alertó a sus compañeras, en un par de minutos, cuatro hermanas pi-gamma-delta estaban en la habitación.

—¿Qué sucede? —preguntó una de las más jóvenes, Darla intentó recordar su nombre pero no lo consiguió.

—No quiere ir a la fiesta de beta-delta-epsilon. —informó Rose con aire de suficiencia.

—Noo —corearon las jovencitas alicaídas.

Darla bufó como un gato y se tapó la cabeza con la almohada, le hubiera gustado irse de la habitación pero ese era su cuarto. ¡Qué demonios! ¡Que se fueran ellas!

—Pero eres una pi...

—¡Cómo se te ocurra acabar esa frase te meto el cojín por tu pi-kappa! —le espetó.

Rose la miró malhumorada pero empujó a sus hermanas sacándolas de allí.

—Iros, iros, yo me ocupo —dijo—, estará arreglada en un cuarto de hora.

—No voy a ir a esa estúpida fiesta. —gruñó Darla en cuanto se cerró la puerta.

—Oh, sí irás.

—No, iré.

—Sí, irás.

—No iré, no puedes obligarme.

—Sí irás o... —Rose sonrió— diré a todo el mundo por qué estaba tan nervioso Ryan en su discurso.

Darla enrojeció de golpe.

—Ya sabes —continuó Rose—, cuando estaba allí, en la palestra, delante de todos y se le fue la voz y lanzó ese gritito y ...

—¡No vas a contárselo a nadie!

—No, no lo voy a hacer porque vas a ir a la fiesta y vas a hacer que Ryan, tu Ryan, se sienta muy dichoso.

Darla se levantó de un salto y se vistió, no le gustaba el vestido, no les gustaban las fiestas y no le gustaban los chicos de beta-delta-epsilon pero, como buena pi-gamma-delta, tenía obligaciones que cumplir y eso incluía, cómo no, trabajarse la entrepierna de todos esos deportistas descerebrados.

Frunció el ceño y arrugó la nariz recordando el incidente con Ryan hacía unos días. No había sido ni el momento ni el lugar indicado pero... tenía que hacerse y ambos quedaron muy satisfechos con el resultado. Aunque Darla siempre se quejase, en el fondo sabía que era la mejor en lo que hacía y estaba orgullosa de ello.

No había acabado de repasarse por enésima vez el pintalabios cuando llamaron a la puerta enérgicamente. No habían contestado cuando Ryan entró como un torbellino, sin ser invitado, y cerró la puerta tras él.

Darla le miró sorprendida, él la miró ansioso, se notaba que la necesitaba.

Rose los observó a ambos con detenimiento y se dirigió a la puerta.

—No te entretengas mucho. —dijo cerrando la puerta tras ella.



—Ryan yo... —empezó a decir Darla.

Ryan la miró fijamente y en un momento se quitó los pantalones.

—Te necesito. —dijo con sencillez.

Darla suspiró, asintió con la cabeza y se arrodilló en el suelo.



—Todavía huele a chamusquina —dijo mientras la aguja subía y bajaba —. ¿Cómo se te ha ocurrido planchar?

—Es que... creí que sería más fácil. —el rostro del joven estaba encendido como una cerilla, sentado pacientemente a su lado observaba como su amiga le arreglaba el estropicio del pantalón donde se veía perfectamente dibujada la marca de una plancha.

—Puedo coserte los agujeros pero deberías ponerte otro pantalón.

—¡No, me gusta este! —se quejó Ryan.

—Pues no puedo hacer milagros —dijo Darla cortando el hilo con los dientes—. Bueno, ha sido más fácil que la otra vez.

—Sí —asintió él con una sonrisa—, pero me salvaste la vida. ¡Mira que romperse la cremallera justo en ese momento! Menos mal que me la arreglaste si no hubiera hecho el ridículo delante de todo el campus.

—Pero te pinché, lo siento.—dijo mohína.

—No importa, eres un sol.

—¿Para qué están las pi-gamma-delta?

miércoles, 22 de julio de 2009

Ha sido un mago

Mi pequeña aportación a la segunda edición del concurso Teseo, quedó mejor situado que el Minotauro pero bueno, podía haber ido bastante mejor si me hubiera molestado en repasar el redactado.
La idea, si más no, creo que es bastante original. Parte de cierto episodio de los Simpsons en el que surge el tema que cuando no sepas explicar algo es que "ha sido un mago", y punto. Esa frase la hemos utilizado dentro de diferentes escenarios, partidas de rol, etc... para resolver preguntas para las que no se había planteado una respuesta. Ante cualquier duda: "Ha sido un mago". Y con esta idea, se me ocurrió explicar el fenómeno de Roswell bajo esta premisa, ¿y si hubiera sido un mago?

Ha sido un mago

Balerian cayó de bruces y se golpeó contra el suelo, escupió arena y polvo y dedicó una rápida mirada a inspeccionar el terreno. Un feroz martilleo en la sien le impedía concentrarse. Mientras intentaba controlar las náuseas, recordó el motivo por el que odiaba los portales. Se obligó a incorporarse. ¿Dónde estoy? No, ahora no tengo tiempo para preocuparme por eso. Se había lanzado de cabeza sin pensárselo dos veces, no sabía dónde se había abierto la puerta pero él también la había cruzado y no podía andar muy lejos. No había terminado de levantarse cuando un gigantesco puño de acero le golpeó con furia y lo arrojó a un par de metros de distancia.
— Te encontré. —masculló el hechicero, no sin cierta ración de ironía. Balerian escupió sangre y sonrió ampliamente mostrando su dentadura teñida de rojo. La enorme armadura de rutilante metal que lo acababa de golpear se abalanzó sobre él sin darle la más mínima oportunidad de recuperarse. Balerian esquivó el puñetazo y agarró el guante de acero bruñido con ambas manos.
— ¡Ya eres mío! —exclamó triunfal. El hechicero notó como el río de magia que corría por su interior se hacía cada vez mayor transmitiéndose al enorme golem que comenzó a resplandecer. La armadura luchó por deshacerse de su presa pero Balerian no se lo permitió. Cuando por fin liberó a su oponente ya era demasiado tarde. El gigantesco ser metálico brillaba intermitente mientras cientos de extrañas runas se dibujaban en su superficie. Una mueca de sorpresa y desesperación se vislumbró en el rostro de la criatura cuando comprendió lo que iba a pasar.


El cuervo sobrevoló varias veces el enorme cráter antes de decidirse a descender. Había llegado atraído por una explosión que había iluminado el cielo. Una figura de vistosos ropajes se movía entre los restos de metal que yacían esparcidos en todas las direcciones.
— Has armado una buena —graznó el cuervo, Balerian miró de reojo a su familiar pero no le hizo mucho caso, estaba buscando entre los escombros—, la gente de por aquí andan como locos.
— ¿Y dónde es aquí? —preguntó Balerian mientras levantaba una pesada pieza de la armadura, bajo ella se ocultaba el cadáver semicalcinado de un hombrecillo verde con una expresión de horror grabada en el semblante. — Los gnomos y sus malditos trastos. —dijo para sí.
— Roswell-Nuevo-Méjico —dijo el pájaro respondiendo a su pregunta—, la gente de aquí es rara, no sé qué pensarán que ha pasado.
— Déjales que crean lo que quieran —dijo el hechicero encogiéndose de hombros— siempre pueden decir que ha sido un mago.

miércoles, 1 de julio de 2009

Amanda

Otro pequeño ejercicio de escritura automática. Un pequeño desastre. Si entras por primera vez visita el resto de la página, te prometo que encontrarás cosas mejores.

Amanda

Gotas de lluvia resbalaban por el cristal. A fuera, ya era de noche. La luces desfiguradas reflejadas por los charcos, el humo de las calefacciones y el sonido lejano del tráfico conferían un aire tétrico al callejón. Un gato maullaba entre los contenedores de basuras, disputando la cena con una rata.
Josh no apartaba la vista de la ventana pero sus pensamientos volaban mucho más lejos de la noche tormentosa en un hotel de mala muerte. Recordaba otros tiempos: el sol en el cielo, la brisa en la cara, las olas del mar. Una lágrima furtiva se perdió mejilla abajo mientras acariciaba el frío cañón de una pistola.
— ¡Mujeres! —había dicho su padre tiempo atrás—. No puedes vivir con ellas y no puedes vivir sin ellas.
¡Cuánta sabiduría contenida en una simple frase! ¿Acaso había una forma mejor de definir su situación? No había podido vivir con ella y ahora sentía que moría. En realidad, ya estaba muerto, la pistola era un simple trámite.
[i]All you need is love[/i], insistía la radio en la habitación de al lado. Josh no pudo evitar sonreír al escucharla. El destino tenía un macabro sentido del humor.
— El amor no es suficiente —dijo Josh a su reflejo en el cristal—, nada es suficiente si lo quieres todo.

Y Amanda lo quería todo. Cuando la conoció, su belleza eclipsó la luz del sol. Era hermosa y lo sabía, pero necesitaba que el mundo lo supiera. Y él tan sólo quería que fuera feliz. Le construyó la casa de sus sueños al lado el mar, cubrió su cuerpo escultural con vestidos de diseños y le concedió hasta el más pequeño de sus caprichos, joyas, coches... Todo era poco para Amanda. Y ella le quería. ¡Oh, sí! De eso no cabía duda, le amaba y le deseaba pero no más de lo que se amaba y se deseaba a sí misma. Pronto empezó a pedir imposibles y Josh removió cielo y tierra para conseguirlos.
Un día, pidió una estrella del cielo. Josh tardó, pero regresó con un pequeño colgante engarzado en plata que brillaba como el lucero del alba. Venus no volvió a salir ni al amanecer ni al atardecer. Amanda se lo agradeció con una noche de sexo y pasión desbordados como nunca había vivido. ¿Qué importaba una maldita estrella a cambio de aquello? Si le hubiera pedido el sol el mundo hubiera vivido en tinieblas pero él sería feliz.
No le pidió el sol, pero no tardó en pedirle que detuviera el tiempo para ella. Así nunca envejecería, siempre sería la hermosa joven que le colmaba de atenciones y calmaba su hambre cada noche. Pero Josh sólo tenía un alma que vender y la suya estaba hipotecada. Pero Amanda fruncía el ceño y empezó a mostrarse arisca con él y más amable con los otros de su clase, estudiando sus posibilidades, acechando a quién le pudiera conceder su siguiente deseo. Josh no podía permitirlo, la necesitaba demasiado, las noches sin ella se convertían en húmedas pesadillas de deseo y frustración. Si no le quedaba alma tendría que conseguir otra.
Robó la de un niño, un carterista, las almas infantiles eran muy valoradas. Conseguiría un buen trato por ella. Y el cadáver de un mendigo causaría más pena que revuelo.
Y volvió a casa, con Amanda, y le dijo que sí, que haría lo que ella quería, pararía su tiempo, nunca más volvería a envejecer. Ella estaba radiante de felicidad, y lo demostró a su manera, como siempre hacía. Las noches de abstinencia habían avivado el deseo de Josh que arrancó su ropa de cuajo sin importarle el dinero que había costado y la penetró allí mismo, sin llegar al dormitorio, sin quitarse los pantalones, sin importarle siquiera la presencia de la doncella que miraba sin saber qué hacer.
— ¡Hazlo! —gritó ella en el momento álgido— ¡Dámelo todo! ¡Para el tiempo para mí!

Mucho ha llovido desde entonces. Josh se separó de la ventana sin dejar de acariciar la pistola. Se acercó a la cama. Estaba ocupada por una figura inmóvil que le esperaba en una curiosa postura. Allí estaba Amanda, su Amanda. Parecía disfrutar, tenía los ojos cerrados y la boca abierta con la sombra del orgasmo permanentemente dibujada en su rostro. Nunca envejecería, nunca moriría, el tiempo no trascurriría para ella, sería siempre joven, siempre hermosa y siempre suya. Una preciosa muñeca inalterable para toda la eternidad. Era lo que ella deseaba. Josh la besó y acarició sus pechos, sin dejar de llorar. Se le pasó por la cabeza hacer el amor una última vez, estaba en una posición perfecta para ello pero ya lo había hecho con anterioridad y sólo había encontrado frialdad, le faltaba su fuego, la pasión. era como una de esas muñequitas de Sex Shop. Tenía su cuerpo pero ya no era su Amanda. La había perdido, hasta que el tiempo dejara de existir y él no podía esperar más.

A fuera, era noche cerrada, había dejado de llover. La luces desfiguradas reflejadas por los charcos, el humo de las calefacciones y el sonido lejano del tráfico conferían un aire tétrico al callejón. Un gato maullaba entre los contenedores de basuras, disputando la cena con una rata, salió corriendo cuando escuchó el sonido de un disparo.









miércoles, 17 de junio de 2009

Los héroes De la Luz

Ejercicio de escritura automática que hice con unos amigos. Se trataba de escribir un relato en una hora a partir de tres palabras que no conocíamos hasta el momento. Se trata de que la musa entrene. Algo así como abdominales neuronales.

Las tres palabras: Luz, Héroes, Dios.



Los héroes De la Luz

Los rayos de sol entraban timidamente entre las láminas de la persiana y acariciaba con sus dedos el cuerpo desnudo de la joven que dormitaba en la cama. Albizia entreabrió los ojos y contempló su habitación a través de sus largas pestañas. Ya era de día, tendría que levantarse.
Se incorporó perezosa y se estiró como un gato haciendo crepitar cada uno de los huesos de su espalda sintiéndose fatigada antes de empezar. Un nuevo día y tanto trabajo por hacer...
— ¡Albizia! ¡Albizia! —gritó su madre desgañitándose desde las plantas superiores. Su voz hacía retumbar las paredes de la habitación— ¡Llegarás tarde!
— ¡Ya voy! —gritó ella pero se estiró de nuevo en la cama y se tapó la cabeza con la almohada—. Sólo cinco minutos más.
Cinco minutos más tarde todavía estaba sentada en la cama y no parecía tener mucha intención de levantarse.
— ¡Albizia! —volvió a gritar su madre. Esta vez, el volumen había incrementado considerablemente. La habitación tembló y osciló de un lado a otro mientras la lámpara del techo se estrellaba contra el suelo partiéndose en mil pedazos a escasos centímetros de ella.
— ¡HE DICHO QUE YA VOY! —contestó Albizia usando una voz gutural. Al instante, nubes tormentosas cubrieron el cielo y ocultaron el sol llevando la oscuridad al mundo—. ¡Será pesada! ¡He dicho que ya voy y ya voy es eso, que ahora voy, coño. Y si no llego a tiempo y no me acabo la maldita ambrosía pues ya cogeré una poca de camino al Abismo. Si no se van a escapar, los malditos demonios se quedarán allí esperando a que la maldita diosa que tiene que matarlos se acabe el maldito desayuno.
Enchufó la radio a todo volumen, nada como el hardrock para empezar el día, y se metió en la ducha. Su madre empezó a gritar de nuevo, alguna tontería sobre solecillos confitados y ambrosía amarga. Albizia supiró y subió el volumen de la música.
In fields where nothing grew but weeds... —empezó a cantar a viva voz sin importarle un comino la entonación y la letra, completamente ajena al diluvio que estaba ocasionando en el mundo de los hombres— All because of you that I believe in angels...
Cuando por fin salió de la ducha, se había declarado sequía en tres países, se habían secado cinco lagos y el desierto del Sahara se había expandido doscientos kilómetros. Su madre ya no gritaba, seguramente, cuando al final decidiera subir la esperaría una buena regañina. Pero ella seguía sin tener prisa. Se quedó delante de su guardarropa comprobando los diferentes modelitos de túnica, todas blancas, impolutas y exactamente iguales unas de otras, pero a pesar de eso, Albizia se demoró en escoger la túnica con el blanco más glamouroso y que destacara más el dorado de sus ojos. Después de todo, era una De la Luz, tenía que dar buena imagen.
Cuando llegó al comedor, su padre ya se había marchado. No en vano era él quién se ocupaba de que el día llegara a todas partes. Su madre estaba enfurruñada y no paraba de murmurar imprecaciones mientras cocinaba ingentes cantidades de solecillos.
Su hermano pequeño estaba allí sentado y la miraba con una sonrisa estúpida. Era su hermano pequeño, era estúpido, ¿cómo iba a ser, si no, su sonrisa? Pero ese día era más amplia y estúpida de lo habitual.
— ¿Cuál es el chiste, enano? —preguntó Albizia y al instante se arrepintió de haberlo hecho.
— Voy a ir contigo —canturreó—. Me lo ha dicho mamá.
—¡Joder, mamá! ¡Tiene que ser una broma!
— Modera tu lenguaje, muchachita —dijo amenazándola con la espátula que utilizaba para girar los solecillos—. Serás una buena hermana mayor y ayudarás a tu hermano a sacarse la licencia de héroe, es un De la Luz, es mejor que aprenda cuanto antes las obligaciones que acarrea su apellido.
— Pero, pero, —dijo Albizia golpeando el suelo con los pies irreflexivamente, a cada golpe, el cielo retumbaba y un tifón se iba gestando—, yo voy con mis amigos, solos matamos demonios mucho mejor. ¿Cómo voy a salvar al mundo si tengo que vigilar al idiota de mi hermano?
— Idiota lo serás tú —replicó su hermanito sacándole la lengua—, tú lo que quieres es que no vaya contigo para así poder liarte con ese De La Luna. Pues lo siento por ti pero ese tío tiene más plumas que un pavo real.
— ¡Jo, Mama, mirá lo que dice! No puede hablar así de Linus, él es tan mono.
— No, si mono es, lo mismo cree el chico de De La Mañana.
— ¡Mamá!
— A mí no me digas, es lo que dicen por ahí. Anda, deja de enfadarte y acábate la ambrosía. Necesitas relajarte, desde que te hicieron diosa del clima la temperatura del planeta no ha hecho más que aumentar.
— No es culpa mía, tengo muchísimas responsabilidades: matar demonios, traer la lluvia, hacerme la manicura...
— ¡Ay! Dejad que os vea —su madre, muy emocionada, colocó a su hermano pequeño a su lado y les dio sendos pellizcos en la mejillas, Albizia suspiró abatida pensando que su hermano ya era casi tan alto como ella— ¡Cuánto habéis crecido! Mis dos niños... ¡qué orgullosa estoy de mis héroes De la Luz!

domingo, 31 de mayo de 2009

Lección de Anatomía

Otro microrelato presentado a un concurso. Todavía están deliberando pero en las bases indican que está permitida su publicación en Blogs. Yo lo cuelgo y ya os informaré si consigo ganar algo. Pero, sinceramente lo dudo mucho, es muy poco politicamente correcto.


Lección de Anatomía

¡Podrías callarte y dejarme estudiar! Se supone que los hermanos se tienen que ayudar, ¿no? ¡Silencio! Por dónde iba... El hígado es la mayor víscera del cuerpo. Pesa mil quinientos gramos... o un poquito más si no nos cuidamos... y consta de dos lóbulos. Las vías biliares son las vías excretoras del hígado, por ellas la bilis es conducida al duodeno. El conducto hepático, recibe un conducto más fino, el conducto cístico, que proviene de la vesícula biliar alojada en la cara visceral de hígado. De la reunión de los conductos cístico y el hepático se forma el colédoco ... ¿Quién demonios se inventaría estos nombres? Cístico, Colécodo, parecen personajes de la Abeja Maya, ¿a que sí, hermanito?... que desciende al duodeno, en la que desemboca junto con el conducto excretor del páncreas... Ya estamos otra vez: ¡Quieres callar de una puta vez! ¡Tengo el examen mañana!¡Necesito estudiar, necesito aprender todo esto y es un poco difícil si tú no dejas de gritarme al oído! En fin... El intestino delgado se inicia en el duodeno (tras el píloro) y termina en la válvula ileocecal, por la que se une a la primera parte del intestino grueso. El intestino grueso se inicia a partir de la válvula ileocecal en un fondo de saco denominado ciego... ciego me estoy quedando yo estudiando, esto apesta... de donde sale el apéndice vermiforme y termina en el recto. Desde el ciego al recto describe una serie de curvas, formando un marco en cuyo centro están las asas del yeyuno íleon. Tras el ciego, la del intestino grueso es denominada colon ascendente con una longitud de quince centímetros... eso es un palmo más o menos, bueno, algo así... para dar origen a la tercera porción que es el colon transverso con una longitud media de cincuenta centímetros, originándose una cuarta porción que es el colon descendente con diez centímetros de longitud. Por último se diferencia el colon sigmoideo, recto y ... ¡Ya está! ¡Estoy harto! ¡Hermanito, tú te lo has buscado! Voy a buscar el bate. Y que conste que esto me dolerá más a mí que a ti. Los órganos pierden toda su gracia si no están vivos.

martes, 26 de mayo de 2009

Volar

Este es un pequeño microrelato que presenté a un consursillo. Dos normas: menos de 150 palabras y el nombre de un superhéroe. Como os podéis imaginar, tampoco fue seleccionado. Qué se le va a hacer. Ellos se lo pierden, vosotros lo ganáis.


Volar
Me gusta sentir el viento en la cara. ¿Esto es lo que se siente al volar? La sensación de ingravidez, el vacío en el estómago... Allá abajo, pequeñas casas con pequeños seres, diminutos como hormigas, que fingen estar civilizados pero sé que no es cierto. Desde aquí lo veo todo claro, todo es sencillo, todo es pequeño, nada importa.
Me gusta sentir el viento en la cara. Podría estar volando toda mi vida. Este último pensamiento no carece de ironía ya que lo estaré, estaré volando lo que me queda de vida.
Yo no soy Superman. Yo no vuelo. Yo caigo.

lunes, 25 de mayo de 2009

II Concurso de Microrrelatos Teseo

1. Este concurso se organiza a través de la página “El Multiverso & El Reto” y su foro en http://www.elmultiverso.com/ , así pues queda restringida su participación a todo aquel registrado en dicha página a fecha de 15 de JUNIO.
2. Cada autor puede presentar un máximo de dos (2) obras a concurso.
3. Cada obra ha de ser original, inédita y no estar pendiente de votación en otro concurso. De darse ese caso sería inmediatamente descalificada.
4. Dada la naturaleza y la filosofía de este concurso, se exige en cada edición la respuesta a una pregunta concreta, sin importar el género o la temática que se adopte para dicha respuesta. En esta edición la pregunta a responder es: “¿SE ESTRELLÓ UN OVNI EN ROSWELL?”. Tenga en cuenta el autor que la votación será popular, a los que se le pedirá que valoren con gran importancia este detalle. En manos del autor dejamos el riesgo que quiera correr.
5. Serán descalificadas de forma inmediata las obras que sean ofensivas, discriminatorias o falten al respeto al concurso, a los autores presentados o a la página que lo aloja. Se considerará en cada caso la expulsión inmediata y permanente del foro del autor que incurra en estos hechos.
6. La obra debe tener una extensión no superior a quinientas (500) palabras, sin incluir el título o la firma. Citas textuales de otras obras, incluyendo la fuente, sí serían incluidas en el límite de palabras.
7. La obra se presentará por exclusiva en formato electrónico, en un documento .doc compatible con Word 97-2003. Se presentará justificado y a doble espacio, preferiblemente en fuente Times New Roman o similar, tamaño 12. Estará precedida por un título en negrita y firmada por pseudónimo en cursiva (el mismo pseudónimo para todas las obras enviadas por el mismo autor).
8. Los originales se enviarán a la dirección: segundoteseo[a]gmail.com con el asunto: “II Concurso De Microrrelato Teseo”. La(s) obra(s) se enviará en un archivo adjunto por obra presentada (preferiblemente ambas obras, de presentarse dos, en el mismo e-mail); en un archivo distinto se enviará una plica que contendrá los siguientes datos: NICK DE USUARIO y la DIRECCIÓN DE CORREO a la que desea recibir el aviso de su victoria. La cuenta de correo será cerrada en un plazo entre una semana y un mes tras la resolución del concurso.
9. La recepción de originales comenzará el 15 de MAYO y terminará el 15 de JUNIO. Cualquier relato enviado fuera de ese límite será descalificado, aunque se le informará convenientemente al autor de esa circunstancia para que pueda solventarla de ser posible.
10. Al tratarse de una iniciativa sin ánimo de lucro, la victoria no está remunerada. En cambio, el ganador adquiere el derecho y el deber de organizar en un plazo razonable (inferior a seis (6) meses y superior a tres (3) meses) el “III Concurso de Microrrelato Teseo”, adquiriendo en dicho momento los deberes de: PUBLICACIÓN DE LAS BASES, como mínimo en el foro de “El Multiverso & El Reto”; ALBACEA DE LOS ORIGINALES PRESENTADOS; PUBLICACIÓN DE LOS ORIGINALES; RECEPCIÓN Y CONTAJE DE LOS VOTOS; DETERMINACIÓN DE LA PREGUNTA A RESPONDER. Aquel que no desee tales deberes, puede explicitarlo en el cuerpo del mensaje, asumiendo que, de quedar ganador, sería relegado al segundo puesto por otro autor que sí desee estos deberes. Se considera la posibilidad de un premio testimonial.
11. El jurado de este concurso es popular. Será exclusivo de los usuarios de la página “El Multiverso & el Reto” a fecha de 15 de JUNIO. El sistema de votaciones será publicado el 16 de JUNIO, dependiendo este del número de originales presentados. Los votos se enviarán a la misma dirección que los relatos, indicando en el asunto “Votaciones”, y en el cuerpo del mensaje sus relatos escogidos, seguidos de la puntuación otorgada. El plazo de votaciones comenzará en el mismo momento en el que se publiquen los relatos, y finalizará dos semanas después (14 días). Se considera la posibilidad de aumentar el plazo dependiendo del volumen de relatos.
12. Los autores están obligados a votar, siendo penalizados de no hacerlo restándoseles DIEZ PUNTOS del recuento final. Los autores que se voten a sí mismos serán inmediatamente descalificados.
13. Todos los participantes, por el mero hecho de participar, aceptarán estas bases.
14. Cualquier circunstancia no contenida en estas bases serán resueltas por el albacea del concurso.
15. El albacea podría establecer algún colaborador de entre los usuarios de “El Multiverso & El Reto” siempre y cuando no participe en el concurso ni las votaciones o si, de hacerlo, pueda garantizarse el secreto de las autorías y la transparencia con respecto a los demás participantes.
16. El albacea desea fervientemente que se diviertan escribiendo, leyendo y votando.

domingo, 17 de mayo de 2009

El Cazador de Arañas

Este relato corto fue mi desastrosa participación en el certamen Calabazas en el Desván. Como os podéis imaginar, me dieron calabazas.





El Cazador de Arañas


Matías era uno de esos chicos que, sin pretenderlo, llevaban colgado el cartel de “Pégame una patada en el culo”. Más bien bajo y delgaducho, con enormes gafas de pasta y dientes de conejo, era un chaval solitario, o, si no lo era, siempre estaba solo. Se quedaba sentado en el escalón de su casa, leyendo cómics, mientras los otros cuatro muchachos del pueblo jugaban a la pelota en la misma plaza. A mí me daba pena, era un poco raro pero no por ello me parecía bien que los otros chicos le hicieran el blanco de sus bromas. Después de todo, en el pueblo éramos pocos y todos nos conocíamos desde pequeños.
Era una tarde de Agosto, el verano casi había acabado y ya pronto volveríamos a casa y no nos veríamos hasta el año que siguiente. Recuerdo que soplaba un aire fresco y el cielo empezaba a encapotarse. Nosotros regresábamos del río, mojados, sin más ropa que el bañador y una toalla sobre los hombros. Alguien explicaba alguna historia absurda y nos estábamos riendo cuando nos cruzamos con Matías. Éste iba vestido con un chaleco caqui repleto de bolsillos, llenos a su vez de incontables botecitos de cristal. Además, iba cargado con un par de grandes libros. Alguno de los chicos hizo una broma estúpida sobre un gran cazador que se iba de safari y todos se rieron. Todavía no sé cuál fue el que le hizo la zancadilla. Matías cayó de bruces, perdió sus gafas y los libros aterrizaron a un par de metros con las hojas abiertas mientras un montón de botes de cristal se desperdigaban por el suelo. Ellos siguieron caminando como si nada, apenas si dedicaron algún comentario despectivo al chaval arrodillado en el suelo. Les vi alejarse y decidí quedarme.
- “Guía de Campo de Arañas y Ciempiés” - leí en voz alta mientas recogía uno de los libros del suelo. - Odio las arañas, no me gustan los insectos. - dije, y era verdad.
- Bueno, - dijo él, - las arañas no son insectos, - creo que mi cara debía reflejar algún tipo de interrogante porque se apresuró a explicarse sin dejar de recoger los botes que rodaban a su alrededor,- los insectos tienen seis patas.
- Vaya, - dije sonriendo, - sabes mucho sobre arañas.
- Me encantan, - dijo con entusiasmo- son unos animales fascinantes. ¿Sabías que sus telas son más resistentes que un cable de acero? Y cazan presas que son mucho mayores que ellas, en Sudamérica hay una araña que caza gallinas y otras cazan ratones. Y hay unas que te inyectan un veneno que empieza a digerirte poco a poco y luego ellas absorben los líquidos que se forman. Pero,- se apresuró a añadir al ver la expresión de mi cara,- las de aquí no. Las de aquí apenas pican. De verdad.
- Fascinantes.- repetí yo sarcásticamente. - Toma tus gafas, creo que se te han roto. - todavía conservaban los cristales pero una patilla se había partido por la mitad.
- Al menos puedo ver.- dijo poniéndoselas encima de la nariz. Apenas lo hubo dicho, las gafas resbalaron y quedaron torcidas.
- Espera, creo que puedo ayudarte.- mi bañador no tenía bolsillos pero yo llevaba un pequeño monedero negro, propaganda de algún bar que no recordaba, en cuyo interior había un par de euros en monedas pequeñas, las llaves de casa y dos tiritas azules con dibujos de delfines. Sólo hacía un par de días que me había comprado las sandalias y me hacían ampollas en el talón, así que, en un derroche de previsión poco habitual en mí, había hecho acopio de tiritas. Cogí una de ellas y la enganché alrededor de la patilla rota de la gafa. Todavía se movía un poco y había quedado un poco torcida, pero al menos las gafas no se le caerían.
- ¡Gracias! Me servirá hasta que vuelva de mi excursión. Voy a cazar arañas. ¿Quieres venir?
- No, gracias,- dije,- pero espero que caces muchas. Aunque yo que tú no iría muy lejos, creo que va a llover.
Se despidió con la mano mientras se alejaba por el camino.




Llevaba cuatro días lloviendo sin parar, cuatro días desde que Matías había abandonado su casa para ir a buscar arañas, cuatro días desde que me despedí de él en el camino al río y cuatro días desde que desapareció sin dejar rastro. Yo estaba sentada en el alféizar de la ventana, viendo como las gotas de lluvia dibujaban senderos en el cristal pero mis pensamientos volaban hacia Matías y aquella última conversación que habíamos mantenido.
-No vayas muy lejos. – murmuré en voz baja recordando el consejo que le había dado antes de que se marchara y que indudablemente no había seguido. Esos cuatro días se habían sucedido las partidas de búsqueda. Los escasos vecinos que quedaban a esas alturas de verano, se habían unido y, mientras unos peinaban el bosque bajo la inclemente lluvia, otros arropaban a la familia, que como era habitual en esta difícil situación, estaban destrozados. A mí se me encogía el corazón y los ojos se me anegaban cuando recordaba el llanto desconsolado de su madre. Miré distraídamente hacia el río, todavía esperaba verlo aparecer con sus botes de cristal llenos de arañas y las gafas remendadas con mi tirita de delfines, pero por el camino sólo venía uno de los equipos de búsqueda y a juzgar por la expresión de sus caras, no habían encontrado nada. Una parte de mí se alegró por ello, después de todo, conforme pasaba el tiempo las únicas noticias que se esperaban no traían consigo ninguna esperanza.
Una pequeña araña apareció colgando de un hilo invisible. Soplé con suavidad para evitar que cayera encima de mi pierna y el animalito se debatió enérgicamente con sus ocho patas para acabar asiéndose a la pared. No son insectos, los insectos tienen seis patas. Sonreí al recordar las palabras de Matías aunque también me estremecí. Hay arañas que cazan presas que son mucho mayores que ellas. Aunque dudaba de que esa diminuta araña negra fuera capaz de hacer daño a alguien que no fuera un mosquito.
El timbre de la puerta me sacó de mi ensoñación. No había nadie más en casa, mi madre estaba en casa de Matías consolando a su madre y mi padre debía de estar todavía en el monte ya que no formaba parte del grupo que acaba de llegar al pueblo. Era la policía y quería hablar conmigo, otra vez. Se trataba de dos agentes del pueblo vecino, un pueblo no mucho mayor que el mío, supongo que el caso todavía no había adquirido el suficiente cariz mediático para atraer a personal más cualificado. Seguramente se debía a que creían que Matías se había escapado de casa ya que la relación con sus padres, y con el resto del mundo, no era muy buena y, según ellos, era un hecho habitual en muchachos de su edad. Había sido la insistencia de los vecinos y de la familia lo que hacía que el caso se mantuviera abierto a pesar de la indiferencia de las autoridades locales. Todas las pesquisas habían resultado infructuosas así que ahora intentaban una nueva estrategia: al parecer, yo había sido la última persona en hablar con Matías así que querían reconstruir los pasos del chico desde lo último que sabían de él, la conversación que habíamos mantenido. Por supuesto accedí en seguida. Como todo el mundo deseaba fervientemente hallar a Matías o cualquier indicio que nos hiciera pensar que estaba bien, que efectivamente, como creían los agentes, se había marchado de casa por su propio pie y volvería en unos días tras haber vivido la aventura de su vida. Corriendo, me puse las botas de montaña y el chubasquero naranja encima de mis pantalones cortos y mi camiseta de tirantes y acompañé a los agentes al sitio exacto donde Matías y yo habíamos mantenido la última conversación. Al verme salir de casa escoltada por la policía, uno a uno, los vecinos iban abandonando las suyas y me seguían como las ratas al flautista. Al advertir la creciente comitiva, me puse colorada por la vergüenza. No creía que fuera a pasar nada importante, después de todo, qué podía aportar que no hubiera dicho ya.
Cuando llegamos al punto en cuestión, el camino de tierra y grava que llevaba al río se había convertido en un lodazal. Yo repetí mi historia por enésima vez en voz alta, expliqué que se había caído, aunque omití que había sido por una zancadilla, expliqué que se le habían caído las cosas y que yo le ayudé a recogerlas. Expliqué que se le habían roto las gafas y que había intentado arreglárselas con una tirita. Incluso expliqué por encima la conversación sobre las arañas y señalé con el brazo la dirección que tomó para, según sus propias palabras, ir a cazar arañas.
- Su tío es entomólogo.- dijo la madre de Matías con la voz quebrada por el llanto, se había unido a la comitiva y se mantenía entre sollozos ayudada por mi madre que me escrutaba con mirada inquisidora. – Le regaló un par de libros de bichejos y botecitos para recogerlos, ¡cómo si a alguien le fueran a gustar los bichos! ¡Hasta que él no llegó mi Matías no sabía ni qué era una araña! ¡Todo esto es culpa suya!
“Podría ser”, pensé yo. “Después de todo, cuántos niños de doce años se van a cazar arañas.” Suspiré y seguí caminando en dirección al río. Los agentes se quedaron rezagados, buscando entre las matas alguna pista que hubiera pasado inadvertida. Pero era inútil. Las huellas que hubieran podido dejar habían desaparecido tras cuatro días de incesantes lluvias. La gente del pueblo murmuraba detrás de mí, creo que ni siquiera se habían dado cuenta de que yo ya había comenzado a caminar. Intentaba pensar, actuar como Matías. Matías había ido en busca de arañas así que: ¿dónde se iría alguien a buscar arañas? ¿Dónde viven las arañas? Lo primero que me vino a la cabeza fue la imagen de las enormes telarañas que se formaban en mi desván, por mucho que mi madre las limpiara enseguida volvían a estar allí. Pero no creía que Matías estuviera buscando ese tipo de arañas. No, Matías se había ido en dirección al bosque. A veces, paseando por el bosque me había encontrado telas de araña colgadas entre las ramas de los arbustos, normalmente, con una amenazante araña amarilla en el centro. Hay arañas que cazan presas que son mucho mayores que ellas. Las palabras de Matías me sacudieron de nuevo, rechacé la terrorífica idea que se había formado en mi mente. Según él mismo, las de aquí no hacían eso. ¿Verdad?
El camino que llevaba al río estaba franqueado por un talud de tierra por el que asomaban las raíces de los árboles y de las plantas que crecían en la montaña. Las raíces tenían tonos verdes y amarillos y se mezclaban con pequeñas y numerosas telarañas que se mantenían incólumes a pesar de la lluvia, resguardadas en las oquedades del terreno. Allí había arañas, aunque en ese momento no viera ninguna. Seguramente Matías había intentado cazar en esa pared pero ahora no había ningún rastro de él. Seguí caminando con la vista fija en el talud, como si eso me pudiera ayudar a encontrarlo, no sé cuánto tiempo caminé perdida en mis pensamientos hasta que vi la primera araña, debió de ser bastante porque ya había cruzado el río y volvía a tener una multitud detrás de mí que me seguía como si tuviera alguna idea de lo que hacía. Alguien me preguntó qué estaba buscando, y yo le contesté que arañas. Debió de parecerle algo lógico porque su rostro se iluminó como si hubiera respondido un acertijo y no volvieron a preguntarme.
Alguien gritó desde la maleza, habían encontrado algo pero por sus gritos no era a Matías. Al parecer era un animal muerto. El perro del párroco del pueblo que había desaparecido también un par de días antes, se trataba de un enorme pastor alemán que respondía al nombre de Chucho. La placa del cuello indicaba que, efectivamente, se trataba de Chucho pero el animal estaba consumido, tan sólo quedaban de él la piel y los huesos y, si no hubiera sido por la placa, nadie hubiera dicho nunca que se trataba del mismo perro que todos habían visto alguna vez correteando por las calles y persiguiendo coches. Uno de los vecinos me advirtió que no me acercara pero no le hice caso. No tenía que haber mirado pero mi curiosidad era más fuerte que yo. Me arrepentí enseguida de haberlo hecho. Pensé que iba a vomitar pero en el último momento, en un alarde de autocontrol, fui capaz de contenerme. Intenté olvidarme de Chucho. Intenté olvidarme de las arañas que había visto recorriendo el cadáver. Intenté olvidar el escalofrío que recorría mi espalda y, sobretodo, intenté olvidar las palabras de Matías que se repetían como un bucle en mi cabeza: Hay arañas que cazan presas que son mucho mayores que ellas.
Regresé al camino e intenté recordar lo que estaba haciendo antes de la aparición del perro. Estaba buscando arañas. Arañas, ¿a quién se le ocurre buscar arañas? Caminé alejándome del pueblo, apenas habíamos recorrido un kilómetro, si Matías hubiera estado tan cerca alguien le hubiera visto, ¿o no?

Fue entonces cuando las vi. Vi arañas, arañas pequeñas y negras que se movían zigzagueando en una misma dirección, como un reguero de hormigas. De nuevo, un escalofrío recorrió mi espalda y lamenté no haber perdido unos minutos en buscar una chaqueta antes de salir de casa. ¿De dónde venían todas esas arañas? La respuesta a mi pregunta estaba unos metros más adelante, debía de ser la madriguera de un tejón o algo así ya era un agujero grande y profundo del que no se veía el final. Una enorme boca negra que se abría en la pared apenas visible ya que estaba ocultado tras las ramas de un arbusto y medio camuflado por las raíces que colgaban del techo. Enormes telarañas, mayores de las que se formaban en mi desván, tapizaban sus paredes pero parecía que algo, o alguien, las había estropeado. Quizás el tejón o le animal que allí viviera había vuelto. Quizás algún perro se había metido buscando ratones. Ese último pensamiento fue una mala idea, intenté sin remedio descartar la imagen del perro del párroco completamente seco. Nadie en sus cabales se adentraría en un sitio así pero algo me decía que Matías lo había hecho.
- Creo que está ahí. - dije con voz trémula. Los vecinos me miraron extrañados. No podía explicar por qué pero estaba segura de ello. Cientos de pequeñas arañas negras salían del agujero, muchas más que la pequeña hilera que había estado siguiendo. Me fijé en algo que brillaba en la oscuridad, contuve la respiración y metí la mano en el agujero intentando con todas mis fuerzas ignorar a las arañas. Notaba las gotas de sudor frío en mi frente confundiéndose con la lluvia, estaba temblando y no era de frío. No necesitaba ver películas para esperar que cualquier cosa surgiera y me mordiera la mano. Nada pasó. Palpé la superficie arenosa hasta que mis dedos toparon con un objeto duro. Antes de sacarlo ya sabía que era: unas gafas de pasta con una tirita azul con delfines dibujados.
Creo que fue en ese momento cuando comencé a llorar desconsoladamente. Me doblé sobre mí misma sollozando, agarrando las gafas con fuerza. Estaba aterrada porque sabía que él estaba ahí dentro pero... ¿cómo había entrado allí? ¿Por qué lo había hecho? Por mucho que me imaginara nada podía prepararme para lo pasó a continuación. Un par de hombres me apartaron con brusquedad y uno de ellos cogió una linterna y se introdujo en la cavidad hasta la cintura ignorando los centenares de arañas que se apresuraban a abandonar el agujero. Luego, el hombre salió bruscamente, se echó a un lado y empezó a vomitar. Alguien gritó, puede que fuera yo, en el agujero, estaba el cuerpo de Matías, con el rostro consumido, contraído en una mueca de terror y sus ojos inertes abiertos de par en par. De su boca salía un río interminable de arañas.
Hay arañas que cazan presas que son mucho mayores que ellas.

viernes, 10 de abril de 2009

Las Últimas Palabras del Toro de Minos

He aquí el microrelato que presenté al Teseo. Es una pequeña locura pero no sé cómo me vivo a la cabeza la imagen de un minotauro con gafas y delantal y lo escribí. No era mi primera opción pero el primer relato nunca llegó a escribirse. Al menos es divertido.




Las últimas palabras del toro de Minos

— Ummm, ¿azúcar?
— ¡Atrás, monstruosa criatura! ¡Conocerás el frío acero de mi espada!
— Entonces no quieres azúcar. Ummm. Mejor, creo que no me queda nada. Ummm. Es que no suelo tener muuchas visitas aquí abajo. ¡Galletas! Creo que me quedaba alguna. Ummm.
—¡No te muevas, engendro del infierno! Ensartaré tu negro corazón y mostraré al mundo tu cabeza putrefacta.
— Deben de estar en la alacena. Ummm. No te importaría ir a buscarlas, ¿verdad? Ummm. Mientras yo hago el café. Ummm. No tiene pérdida. Sigues todo recto la tercera desviación a la izquierda, luego avanzas por el pasillo y giras a la derecha, dos veces, sigues el camino que tuerce por la cuarta calle a la izquierda y todo recto justo antes de llegar a la segunda desviación a la derecha encontrarás una puerta pequeñita. Ummm. Esa no. Es la segunda puerta tras la tercera desviación, allí está la alacena. Ummm. No tiene pérdida.
— ¡Detén tu cháchara incesante, odiosa bestia! ¡No me confundirás! Sé bien las atrocidades que has cometido...
— Soy un anfitrión realmente espantoso, ummm. Pero... ha pasado tanto tiempo desde que alguien vino a visitarme.
— ¡Mientes! Sé bien que has devorado a todo aquel que osa adentrarse en el laberinto. Eres una monstruo cruel con una ansia de sangre incontrolable. Por eso su majestad a tenido a bien encerrarte en este lugar.
— Ummm. Eso dicen, ¿verdad? Pero … ¡me has mirado bien! ¡Soy una vaca! Ummm. ¡Buuuu! ¡Qué miedo, qué espanto! ¡La vaca asesina! ¡El ataque del rumiante homicida! Ummm.
— ¡Atrás! No me dejaré engañar por tu aspecto apacible ni tu florido delantal. ¡Soy Teseo, hijo de Poseidón, y vengo a matarte!
— Ummm. Había deducido tus intenciones cuando comentaste lo del frío acero de tu espada, luego lo de ensartarme el corazón y mostrar mi cabeza ha sido... ummm... redundante. ¡El café! Me olvidaba del café. ¿No vas a ir a buscar las galletas?
— ¡Basta ya de palabrería inútil, abominación!
— Tomaré eso como ummm no. ¿Sabes? No eres un invitado muuuy cordial.
— ¡Ahora morirás, eh.... buey!
— ¿Buey? Ummm. ¿Acaso te parezco un buey? ¿Crees que la protuberancia que se dibuja en mi delantal es porque llevo un pastel escondido? Ummm. Paso por lo de monstruosa criatura, engendro infernal, bestia odiosa, monstruo cruel y abominación, pero buey... ¡eso sí que no! Ummm ¡Habrase visto! ¡Ahora sí que me has hecho enfadar! ¡Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!
— ¡Por Poseidón! ¡Por Minos! ¡Muere!
— Vaya por dios, creo que sí, que me has matado. Ummm. Te has quedado sin galletas.
Y, diciendo esto, el minotauro expiró.

miércoles, 11 de marzo de 2009

- KAN - Capítulo IV: El viejo.


Oí los pasos de Ma que se alejaban y me quedé a solas con el viejo ciego.
-Jijiji,-se rió y su risa me pareció inaguantable.-Así que tengo un aprendiz,¡qué bien, qué bien! Siéntate aquí, en el suelo, hay una alfombra.
Hice lo que me mandó no por obedecerlo, en realidad lo hice porque estaba cansado de estar de pies pero aún así procuré estar alejado del viejo.
-No tengas miedo,-me dijo con su vocecita ridícula,-no hay nadie, mis lazarillos me han dejado.
No me extrañó, sabía perfectamente que no había nadie en la habitación. Pude sentir que el viejo se acercó a mí y me tocaba la cara, luego el cuerpo y después me cogió las manos.
-¿Qué es ésto? Llevas guantes, eso nunca, ya te lo he dicho, no podemos cerrarnos puertas al exterior, por eso debes hablar y tocar, ven quítate los guantes.
Intentó quitármelos pero yo aparté las manos para evitarlo.
-¿Qué pasa?¿Qué es lo que quieres ocultarme? Quítate los guantes.
Me cogió las manos a pesar de mi forcejeo y yo empecé a chillar intentando librarme de su presa. No quería que me quitase los guantes, antes pudo adivinar mi aspecto y yo no quería que me viese las manos.
-¡Estate quieto maldito mocoso!-me agarró con fuerza para que no pudiese moverme y empezó a quitarme los guantes. En ese momento oí un fuerte chillido de ave y sentí que Ih había entrado en la habitación. Luego oí que el viejo gritaba y me soltaba las manos.
-¡Maldito pajarraco!
Yo me quedé quieto y sentí las garras de Ih que se me clavaban ligeramente en el hombro.
-Vaya hijo,-dijo el viejo volviendo a utilizar el desagradable tono hipócrita de su voz,-Me podías haber dicho que tenías un guardián, iba a decirte que necesitabas uno. Bueno no importa, no te quites los guantes si quieres, la verdad es que eres un niño un poco malcarado, ¿eh?, pero pronto arreglaremos eso , ya verás.
El viejo se alejó de mí y yo me relajé, solté un suspiro de alivio y acaricié a mi Halcón con suavidad. Pero mi calma no duró mucho, el viejo volvió en seguida con algo que dejó delante mío y se sentó enfrente, detrás del algo.
-Las personas suelen creer que sólo tenemos dos ojos,-empezó a decirme-, a ellas les basta con abrir esos dos para poder ver, pero las personas como tú y como yo tenemos que abrir los otros ojos, hay ojos en las manos , pero esos veo que no quieres abrirlos, y también hay ojos en la cabeza,-me tocó la frente como para señalarlos,-pero esos cuestan mucho de abrir por eso tendrás que practicar mucho tiempo. Delante de ti he dejado una cosa, ahora tienes que oler, escuchar, sentir su energía y su presencia para averiguar que forma tiene, tienes que empezar a abrir los ojos de la mente. Tardarás mucho tiempo en conseguir perfeccionar esta visión pero merecerá la pena. Todos los seres vivos, por pequeños y miserables que parezcan desprenden energía, has de aprender a detectarla. Los seres inertes le reflejan y también se pueden ver aunque más difícil, primero aprendes a localizarlos, luego, con práctica,llegas a ver su contorno, sus partes, hasta sus zonas oscuras y claras, así puedes ver el rostro de una persona, o los dibujos de un cuadro, hay gente que dice que ha llegado a leer, pero esos ,no creo que sean personas que mañana estén vivas. Jijiji.
El viejo se rió pero a mi me dio asco, hablaba de los marcados con despecho, como todo el mundo, excepto Ma y Amza, aunque ellos eran distintos a los demás. De todas formas, no me pareció que dijera la verdad, yo había vivido con los marcados toda mi vida y nunca había oído de ningún otro ciego.
-Ahora quédate quieto e intenta averiguar qué es lo que tienes delante. Tengo que salir un poco pero volveré en seguida, ojo con hacer trampas que lo sabré. ¿Lo has pillado? Ojo. Jijiji.
Esperé a que se hubiera marchado para relajarme y levantarme. Pero Ih
no me dejó, me apretó las garras con tanta fuerza que me hizo gritar y volver a sentarme.
-¡Para Ih!-le grité.-¡Me haces daño!- y en serio me lo hacía, podía sentir sus garras clavándose en mi carne y mi sangre caliente y húmeda salir por la herida.-¡Vasta IH!-le grité y aflojó su presa. Me toqué el hombro y si no hubiese llevado guantes hubiese sentido la sangre que estaba mojando mi camisa. Nunca me había hecho daño y no comprendía por qué ahora sí. Me quedé quieto en el suelo y no me levanté por si él me volvía a agarrar. Eso lo pude entender, no quería que me levantase, quería que me sentase y me estuviese quieto, como antes, como cuando el viejo había entrado con el objeto en la mano, objeto que había dejado delante mío para que yo lo viese.¿Eso era lo que quería Ih?¿quería que me quedase quieto intentando ver el objeto? Me pareció que eso debía ser y eso hice. Me concentré en lo que tenía delante de mí, busqué la energía que me había dicho el ciego usando mis cuatro sentidos para ello. Entonces lo vi, y digo vi porque fue eso, la experiencia más maravillosa de mi vida, mi primera visión, era una luz clara y débil que salía de la oscuridad en la que vivía yo, era una luz sin forma pero muy nítida. Aunque me fue difícil concentrarme en la luz lo hice, dejé de lado la maravillosa sensación que me había proporcionado el simple hecho de ver un poco de luz y me concentré en esa luz. La luz empezó a ahuecarse y a dibujar un contorno, era como si alguien hubiese enrollado trocitos de tela pero no podía ser tela, su visión era más delicada que su textura, no sólo estaba esa forma inicial, había algo alargado con salientes, unos pequeños y puntiagudos y otros ovalados y aplanados. Poco a poco empecé a ver una figura que estaba debajo, mucho más apagada que la anterior y supe que era lo que el viejo había llamado un ser inerte ya que brillaba con la luz del objeto anterior. El conjunto era de un objeto vivo, alargado acabado en una forma más ancha y arrugada y con pinchos y salientes en la parte delgada, dentro de un objeto inerte, con un cuello alargado y una barriga más ancha.
En ese momento entró el viejo.
- ¿Qué tal va eso hijo?
me dijo con su horrible voz cascada.
- Sé que no ves nada pero ya lo harás, es cuestión de tiempo, a lo mejor dentro de unos días empezarás a ver la luz. Jijiji.
No sé que fue lo que me impulsó a hacer lo hice, no era presumido ni vanidoso, pero hubiese sido más inteligente callar.
- Son dos seres, uno vivo y otro muerto, el vivo creo que es una flor que llaman rosa ya que tiene espinas, el ser inerte es un jarro de cuello de botella.
- Muy astuto niño,-me dijo el viejo sarcásticamente,-pero no tienes que hacer trampas, es peor para ti. Al menos te habrás quitado los guante ¿eh?. Pequeño tramposo, ven aquí. Jijiji.
- Creo que es oscura, pero no negra, y el jarro es de un color más claro, con dibujos en la base.-continué presuntuosamente.
El viejo se quedó quieto y su risa se atragantó en su garganta, su fatigosa respiración fue lo único que me aseguró que seguía delante mío.
- Es imposible.-murmuró en voz baja,- nadie lo puede saber a no ser...
El viejo se cayó y pude sentir como me cogía el hombro.
-¿Por qué no me quieres enseñar la mano criatura?-me preguntó.-¿No será que tienes algo que no quieres que sepa? ¡Enséñame la mano, maldito mocoso!- había renunciado completamente a su voz falsa y ahora tenía una voz estruendosa y chillona que me hacía daño en los oídos.
Yo me levanté deshaciéndome de la mano del viejo. Pero él me siguió.
-Ya sé por qué no quieres que la vea, tienes una marca, eres un marcado.¿verdad?¡Enséñame la mano!
Me agarró con fuerza zarandeándome pero al poco rato me soltó con un grito. Caí al suelo y sentí una pelea. Ih estaba atacando al viejo y éste, se retorcía y gritaba. Yo me levanté y empecé a correr, salí de la tienda, noté las voces, los ruidos, y empecé a correr hacia ellos, hacia la gente. Enseguida me vi rodeado y tuve que empezar a esquivar personas para perderme entre la multitud sin preguntarme hacia donde iba o si me seguía.
-¡El niño!-oí que gritaba tras de mí.-¡Está marcado, detenedle!
Sentí como alguien intentaba agarrarme pero yo me escapé y no paré de correr con la certeza de que el viejo me seguía. Entonces tropecé y caí. El viejo no paró de correr ya que sentí como me adelantaba, en ese momento oí el ruido de unos cascos a gran velocidad y luego un grito. No fue el único, gritos de mujer resonaron a mi lado al mismo tiempo que los caballos de alejaban del lugar.
-Pobre hombre.-oí que murmuraban.

martes, 3 de marzo de 2009

- KAN - Capítulo III: Abriendo los ojos.


Estuve un rato echado en la cama sin hablar, escuchaba los sonidos del exterior intentando averiguar cómo era el sitio donde estaba. Había parado de llover y no soplaba viento, me llegaba calor de la ventana y supe que era de día pero no oía ningún ruido que me hiciese pensar que estaba en un pueblo. De afuera sólo me llegaban ruidos de pájaros y hasta pude oír el sonido de una ardilla trepando por el tejado. Ma llegó luego, no me pilló de sorpresa ya que la había oído subir las escaleras.
-Así que ya estás despierto.-me dijo en cuanto me vio. Sentí que la cama se hundía un poco cuando ella se sentó. Yo me senté también pero no dije nada.-No tienes por qué tenernos miedo.-me dijo como si esa fuese la causa de mi actitud. Yo no la respondí, sentí su suspiro y como ella me colocaba algo en las rodillas, supuse que era una bandeja e intenté coger lo que había encima. Ma me ayudó, me cogió las manos y me las puso alrededor de un tazón caliente, luego, me puso la cuchara en el tazón e hizo que yo la cogiese. Eso no me gustaba, no me gustaba que me tratase como un niño ciego pero ella lo hacía sin malicia y no pude menos que reconocer que era más cómodo así.
-Desde ahora,-me dijo mientras yo comía,-cuando te despiertes me llamarás y luego, aprenderás a bajar la escalera tu solo. Te he traído tu ropa, está un poco húmeda pero no hay otra, luego te llevaré al pueblo y te compraré ropa, te llevaré con el maestro ciego y luego comeremos en casa de mi madre.
-¿Y Amza?-dije sin mucho interés.
-Ha tenido que irse,-su voz temblaba y supe que me ocultaba algo,-vinieron a buscarle por la noche, volverá luego.
Por la noche sólo habían venido los soldados y se habían ido de seguida.
-Venga, levántate.-entonces me vistió con mi ropa que olía a humo y humedad y me ayudó a bajar las escaleras. Mientras bajaba yo conté los peldaños para saberlo después y anoté en mi cabeza que el último era más alto y tenía una piedra floja. Ih me siguió todo el rato, cuando atravesamos el patio de piedra y entramos en un sitio donde olía a caballo y el suelo era muy blando. Ma me dijo que me quedase en un lado, por el ruido que hizo, supe que estaba enganchando un caballo a una carreta pequeña. Había otro cabaño en el establo, uno más ligero con una herradura floja y por eso reconocí que era el mismo caballo de la noche anterior, el de la calesa era más gordo y pesado según sus pisadas. Luego sacó la carreta al patio y me ayudó a sentarme a su lado.
Soplaba una brisa fresca, el campo olía a humedad y tenía un poco de frío. El camino era pedregoso, con bastantes baches y yo tenía que estar agarrado a mi asiento para no moverme de un lado para otro. Ma estaba muy callada, no hablaba y lo único que me hacía sentir su presencia era el tibio calor de su cuerpo ya que el traqueteo del caballo y los ruidos de la carreta me impedían oír nada más. Luego oí como el ritmo se frenaba hasta detenerse del todo y
supe que teníamos al lado otro jinete.
-Buenos días Ma, ¿Cómo vamos?
La voz era de un hombre maduro, un poco pastosa y autoritaria.
-Hola,-contestó Ma con una voz totalmente inexpresiva,-¿Hay algún problema?
-No pero ya sabes, como ha muerto la Emperatriz el Emperador ha decretado la muerte para los marcados y tenemos que evitar que algunos intenten llegar al pueblo donde sería muy difícil reconocerles.
-Entiendo.
-Sí, ya sé que a ti esto no te gusta nada a mi tampoco pero es necesario, son peligrosos.
-Oh vamos, ¿por qué son peligrosos?
-Son fuertes, tenemos que destruirles antes de que lo hagan ellos.
Ma parecía enfadada y yo no estaba tranquilo con ese hombre, después de todo, ¿no era yo un marcado?. Pareció que Ma se dio cuenta de mi nerviosismo y me cogió la mano protectoramente.
-¿Quién es el chico?-su voz sonaba despectiva y me lo pude imaginar señalándome mientras me miraba con unos ojos tan torcidos que parecían verticales.
-Mi marido lo encontró en el bosque, es un Perdido y ya sabes que puedes adoptar a un perdido cuando desees.
-Es extraño, no parece un perdido, es demasiado guapo para ser un Perdido, a niños como éste no los abandonan, los venden. ¿Estás segura que no es un marcado fugado?
-No, el chico es ciego, no darían mucho por él en el mercado.
-Ah, bueno, eso lo explica todo, nadie quiere un niño ciego.
Yo seguía frío, como siempre, incapaz de enfadarme o sentir odio, sus palabras no me hirieron en absoluto, quizás me sorprendieron ya que no estaba habituado a agradecerle nada a mi ceguera, pero en esa ocasión así fue, aquel tipo nos dejó continuar el camino.
-Perdona Kan, pero tuve que hacerlo.- Ma me estaba hablando y durante un rato no supe qué era lo que tenía que perdonar, después de todo, me había salvado la vida.
Poco a poco pude oír otro ruido, un ruido que no había oído nunca pero que no me costó de identificar, se trataba de la muchedumbre, el bullicio de la gente del mercado. Pude oler el humo, las basuras, los excrementos de los animales, el olor de la comida, y pude ir clasificando todos los olores. Ma redujo el ritmo de la carroza y comenzé a sentir el calor. De vez en cuando alguien me rozaba la pierna y yo daba un pequeño salto producido por la sorpresa. Ma me sentó en su regazo quizás para protegerme de la multitud y condujo la carroza hacia un sitio apartado. Me bajó y me advirtió que no me soltase de su mano y que recordase no quitarme los guantes. Me dio la mano y empezamos a caminar entre la gente, a veces, yo tropezaba pero ella me sostenía y no llegaba a caer. A veces la gente me golpeaba o me pisaba y Ma decidió que era mejor llevarme en brazos. Entramos en algún sitio más fresco y vacío, entonces, ella me dejó en el suelo y me soltó la mano, me pareció que se alejaba un poco y hablaba con un hombre de acento extranjero.
-El niño necesita ropa, un par de pantalones y otro par de camisas. Quiero ropa seca y fuerte, nada de estampados fantasías. Lo más parecida a la que lleva ahora.
-Por supuesto, señora, y no quiere nada para usted, tenemos una telas recién llegadas de...
-No gracias, sólo lo del niño y lo quiero para esta tarde.
- Eso saldrá algo más caro, ya sabe, las prisas...
- No importa, para esta tarde, ya vendrá alguien a recogerlo.
- Déjeme tomarle las medidas.
El señor me cogió y me subió a una silla, me pidió que alzase los brazos y me midió de arriba abajo.
- Debo felicitarla, es un niño guapísimo.
Pude oír una pequeña risita de Ma y yo también sonreí maliciosamente, seguramente ese señor no pensaría lo mismo si hubiese sabido que tenía la mano marcada y seguramente ni se había percatado de que era ciego.
Luego Ma me dio la mano y volvimos a salir al bullicio.
- Tengo que hacer unas cosas,-me dijo Ma,-te dejaré con el maestro ciego, a lo mejor él te puede ayudar en algo. Acuérdate de no quitarte los guantes, aunque el viejo es ciego, tiene lazarillos que no lo son. No es una buena persona, pero tampoco es muy malo y puede que te enseñe algo útil.
Pronto llegamos a un sitio donde el gentío era menor y entramos en una tienda de tela con una alfombra en el suelo.
- ¿Quién anda ahí?
Era una voz crispada y aguda que me recordaba a la de Damish.
- Maestro, me llamo Ma y le traigo un niño ciego para que le ayude en algo.
- Oh, un discípulo, que bien.-noté que me ponía la mano en la cabeza y después me cogía por la barbilla.-¿Cuántos años tienes,hijo?
Yo no le contesté, no era una persona que me inspirase confianza.
- Kan, por favor, contesta.-me dijo Ma pero yo no la obedecí.-Discúlpele, no es muy hablador.
- Eso no está bien, ser ciego significa estar algo aislado, por eso tienes que hablar para no estarlo. Creo que tienes cinco o seis años, eres moreno y tienes unos enormes ojos de un color oscuro.
- ¿Cómo lo sabe?-preguntó Ma y era la misma pregunta que me estaba haciendo yo.
- La mente también tiene ojos y hay que saber abrirlos. Por cuánto tiempo me dejarás al niño,una semana, tal vez.
- Esta mañana, y quizás vuelva dentro de poco.
- Así no podré enseñarle todo, tienen que ser al menos tres días o no me lo quedo.
- Vámonos Kan.
- Está bien, lo tendré toda la mañana si mañana vuelves, ¿trato hecho?
- Vendré a por él dentro de dos o tres horas.- Ma se agachó y me habló al oído.-Kan...
- Él nos oye.-le dije en voz baja y sabía que era verdad. Si yo podía hacerlo, por qué no él.
- Recuerda lo que te dije antes.-fue lo único que me dijo. Por supuesto que lo recordaba, ¿cómo olvidarlo si mi vida dependía de ello?-Me tengo que ir pero volveré, pórtate bien.