¡Puff! Hoy me ha dado por mirar
en las carpetas viejas. Sí, esas que se llaman “Relatos” así, en general, y no
hay ni una sola etiqueta detrás. Y además está en un directorio que no miro
nunca y... bueno, es algo así como un agujero negro pero me recuerda que hubo
una época que escribía, escribía muchísimo. Y no solo novelas, tengo docenas de
cuentos, de microrrelatos, de mil cosas que hacíamos en un foro de escritura en
el que estaba metida. Ejercicios de escritura automática, concursillos, pequeños
retos que nos poníamos para mejorar... Eran cosillas, a veces ponías un par de
personajes y tenías que inventarte una situación, o poníamos una foto y teníamos
que describirla. La verdad es que eran ejercicios guapos que daban relatos
bastante resultones e ideas para aprovechar luego (era la época en la que participaba
en mil concursos).
Buscaba
otra cosa la verdad (y no la he encontrado así que toca rebuscar en otro disco
duro), pero viendo que tengo material para hacer mil actualizaciones, os dejo
el resultado de uno de esos ejercicios (ahora no recuerdo de qué iba el asunto,
creo que se trataba de hacer un microrrelato con la frase “el
cielo es azul”).
Mentiras de
nuestro padres
Dicen que el cielo es azul. Mienten.
Alguien me dijo
una vez que el cielo era azul porque reflejaba el mar. Menuda tontería. Si el
cielo reflejara lo que sucede en el planeta sería rojo, rojo como la sangre
derramada, como el fuego que lo arrasa todo. Sería gris, como la tierra
quemada, como las vigas de hormigón que se alzan hasta el cielo. Sería negro,
como el luto de las madres, como el vacío de nuestra alma. Sería marrón como
los suelos yermos. Incluso podría creerme que una vez fue verde, pero no sería
azul. No. No hay nada azul salvo tus ojos y por muy bellos que sean no pueden
ser el reflejo del cielo.
Los otros me
dicen que soy un ignorante, que llevo demasiado tiempo en las profundidades de
la tierra para recordar cómo es el cielo. ¿Y ellos sí pueden? Pueden recordarlo
tanto como pueden respirar aire fresco: con la imaginación y en sueños.
A veces, yo
también creo que recuerdo el cielo azul. Puedo verme caminando entre la hierba:
me llega hasta las rodillas y me hace cosquillas. Río. ¿Te lo puedes creer? Yo
riendo; sin duda debe de ser un sueño. El aire fresco peina mi cabello y me
inunda con un embriagador aroma a ¿flores? ¿melocotones? Es tan difícil darle
nombre a un olor que nunca más podrás sentir…
¿Cuánto hace desde
que todo acabó? Ya sabes a que me refiero: el mundo, ¿cuánto hace que murió?
¿Cuánto hace desde que nos vimos obligados a recluirnos en las entrañas de la
tierra como ratas, como alimañas que huyen del mal que han causado? ¿Cuánto
tiempo entre que tuvimos que escoger entre la muerte rápida o la agonía
silenciosa? Pero seguimos vivos, y eso debería importar.
Ya no queda nadie
de los primeros. Lo que lo causaron todo, los que nos condenaron a la oscuridad
por el mísero precio de nuestra supervivencia. ¿Recuerdas lo que nos enseñaron?
¿Lo recuerdas? Yo aprendí muchas cosas, la mayoría no estaban en sus libros:
«Baja la cabeza, esconde la cola y desaparece en silencio. Reza porque el
tiempo arregle lo que has roto y muere antes de ver la mirada acusadora en tus
propios hijos»
Eso es lo que no
querían que aprendiéramos, pero eso es lo que aprendimos. ¿Sabes que fue lo que
me dijo mi padre antes de morir?: «Avergüénzate de lo que hicimos y llora
recordando lo que tuviste. Los que vengan tras de ti no conocerán el cielo.
Diles que el cielo era azul»
FIN
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