Una Mujer
Acarició el rostro con la palma de la mano. Estaba frío pero todavía conservaba restos del calor que da la vida. Su piel se tornaba más pálida a cada instante mientras el charco de sangre se hacía más grande.
Recogió con cariño una de las serpientes que caía inerte como sus hermanas, a ambos lados de la cabeza. Recordó el terror que le inspiraron, erizadas, con las lenguas sibilantes agitándose, sintiendo la rabia y la desesperación y sintió una punzada de lástima por los animales fallecidos.
Pasó con delicadeza un dedo por los ojos, ahora cerrados, que tantas vidas habían segado. Ya no habría más muertes, se consoló. Una lágrima olvidada se desprendió del párpado inerte y resbaló por su mejilla.
Perseo se sorprendió. Lloraba, ¿por qué lloraba Medusa? ¿Le importaría a alguien alguna vez? Por un momento dudó. Había matado a un monstruo, era un héroe, eso dirían. La terrible Gorgona, la bestia... ¿por qué, entonces, sólo podía ver a una mujer?