viernes, 15 de enero de 2010

El gato de la biblioteca

Muchos ya lo habíais leído, fue retirado del blog para participar en un par de concursos y en uno de ellos, The Lunes, ha quedado finalista. http://www.thelunes.com/
No creo que gane pero es una buena inyección de moral y una magnífica forma de empezar mi año literario.

El gato de la biblioteca
por Dean Bateman
Visir se subió con elegante salto a la estantería más alta. Miró con malicia a la chiquilla que le contemplaba aterrorizada y, lenta, pero inexorablemente, agitó su cola con un suave contoneo volcando uno de los antiguos jarrones de herbolario. Éste permaneció en equilibrio durante unos instantes hasta que, finalmente se estrelló contra el suelo partiéndose en mil pedazos que se desperdigaron por la habitación.
Alicia pegó un grito una milésima de segundo antes de que la cerámica se partiera y cerró los ojos intentando congelar el tiempo. Arqueó una ceja y levantó el párpado lentamente sólo para darse cuenta de que, en realidad, no había servido de nada.
— Me odias, ¿verdad? —preguntó al gato que, sin inmutarse lo más mínimo, clavaba en ella su mirada felina mientras movía la cola con la precisión de un metrónomo. Alicia suspiró y sopló el largo flequillo que rozaba su nariz. Recogió cada uno de los pedazos del jarrón refunfuñando por el polvo acumulado que se había introducido por sus fosas nasales.
— Te has dejado un fragmento —dijo una voz detrás suyo. En realidad, parecía provenir de alguna parte por encima suyo—. Alicia —insistió la voz—, te has dejado un pedazo debajo de la estantería.
La joven bibliotecaria se agachó un poquito más y encontró que, efectivamente, una de las piezas del jarrón había ido a parar debajo de la estantería. Alicia estiró la mano intentando llegar al fragmento y la retiró con brusquedad al notar como una de las afiladas esquinas se clavaba en su mano. Frunció el ceño, se llevó la mano a la boca y chupó la sangré que brotaba de la herida. Afortunadamente, no había sido un corte profundo.
—¿Cómo voy a cogerlo? —preguntó en voz alta aunque creía que estaba sola. Bueno, rectificó mentalmente, mal acompañada por aquel horrible animal que la detestaba.
La detestaba desde siempre. Desde que le habían encargado informatizar las referencias de la vieja biblioteca de Farmacia hacía ya dos meses, el animal no dejaba de producir pequeños desastres a su paso y, por mucho que ella intentara defenderse y hacerles ver que no era culpa suya, los profesores la miraban como si estuviera loca. El animal la odiaba, y punto. No había otra explicación.
—¿Sabes? —dijo la voz— Sería mucho más fácil si usaras algo de magia.
—¡Ya, claro! Magia. ¿Por qué no se me ha ocurrido antes? —Alicia respondió antes de darse cuenta de que no había nadie en la habitación. Nadie excepto ella y… Visir.
Miró al gato de forma inquisitiva, no podía ser que el gato hablara, era imposible. Era... magia.
—¡Hablas!
—Tú también y no hago una fiesta por ello. —dijo Visir bajando de un salto de la estantería y colocándose con gracia encima de la mesa.— Llevo mucho tiempo buscando una nueva ama, y creo que tú podrías valer.
—¿Yo? —dijo Alicia boqueando como un pez. — ¿Ama?
—Brujas, Alicia, brujas. ¿Acaso no lees? Una bibliotecaria que no lee, habráse visto.
— Sí leo. —se defendió enérgicamente. —Sé lo que es una bruja pero... yo no lo soy.
— Hay una forma de demostrártelo —dijo Visir abriendo un cajón del viejo escritorio con inusitada facilidad para tratarse de un gato— aquí hay un poderoso talismán.
— Es un llavero.
—Es un poderoso talismán.
—¡Es un troll de la suerte con el pelo rosa!
—Es un poderoso talismán. —repitió el gato empezando a perder la paciencia.—Si lo agarras con fuerza podrás volar.
Alicia arqueó una ceja con desconfianza pero agarró el poderoso talismán y deseó volar con todas sus fuerzas. Antes de que se diera cuenta, y para su sorpresa, sus pies se despegaron del suelo. Primero apenas fueron un par de centímetros, era como sentirse más ligera, más alta. Pero, cuando abrió los ojos, podía tocar el techo de la habitación.
Sentía un vacío en el estómago, su cuerpo ligero como una pluma a merced de las corrientes de aire. Era increíble. Podía notar la magia corriendo por sus venas como un fuego abrasador. Se sintió eufórica; el mundo entero cambiaba a su alrededor.
—¡Magia! ¡Vuelo! —exclamó Alicia que no cabía en sí de gozo. — ¡Soy una bruja! Los libros, las historias, ¡todo es cierto! ¡Harry Potter, prepárate!
—Querida, —dijo Visir entrecerrando sus ojillos—, esta habitación es demasiado pequeña para ti. ¡Sal de aquí! ¡Ve el mundo con tus nuevos poderes! Demuéstrales a todos los que dudaban de ti lo especial que eres.
Riendo como una loca, Alicia abrió la ventana.
*
—Pobrecilla —dijo el camillero a su compañero mientras levantaba el cuerpo de la muchacha—, se tiró de cabeza desde el séptimo piso, era muy joven.
—Bueno —respondió su compañero encendiéndose un cigarrillo—, estas cosas pasan, la chica era más bien feúcha, a lo mejor estaba deprimida.
—¡Qué no! ¡Qué no! He oído a uno de los profesores que había sido una intoxicación accidental con Claviceps purpurea.
—¿Clavi qué...?
Claviceps purpurea, el cornezuelo del centeno. Lo vi en House —explicó el camillero ante la mirada perpleja de su compañero—, provoca alucinaciones. Al parecer estaba dentro de un bote de herbolario que se rompió por accidente.
—Pues ya es mala suerte.
—Ya te digo, anda, acábate el cigarro y ayúdame con la maldita camilla.
Desde la ventana del séptimo piso Visir contemplaba como se llevaban el cuerpo de la joven. Si alguien se hubiera fijado en ese momento, hubiera podido ver una malévola sonrisa dibujada en la cara del felino.
FIN