miércoles, 1 de julio de 2009

Amanda

Otro pequeño ejercicio de escritura automática. Un pequeño desastre. Si entras por primera vez visita el resto de la página, te prometo que encontrarás cosas mejores.

Amanda

Gotas de lluvia resbalaban por el cristal. A fuera, ya era de noche. La luces desfiguradas reflejadas por los charcos, el humo de las calefacciones y el sonido lejano del tráfico conferían un aire tétrico al callejón. Un gato maullaba entre los contenedores de basuras, disputando la cena con una rata.
Josh no apartaba la vista de la ventana pero sus pensamientos volaban mucho más lejos de la noche tormentosa en un hotel de mala muerte. Recordaba otros tiempos: el sol en el cielo, la brisa en la cara, las olas del mar. Una lágrima furtiva se perdió mejilla abajo mientras acariciaba el frío cañón de una pistola.
— ¡Mujeres! —había dicho su padre tiempo atrás—. No puedes vivir con ellas y no puedes vivir sin ellas.
¡Cuánta sabiduría contenida en una simple frase! ¿Acaso había una forma mejor de definir su situación? No había podido vivir con ella y ahora sentía que moría. En realidad, ya estaba muerto, la pistola era un simple trámite.
[i]All you need is love[/i], insistía la radio en la habitación de al lado. Josh no pudo evitar sonreír al escucharla. El destino tenía un macabro sentido del humor.
— El amor no es suficiente —dijo Josh a su reflejo en el cristal—, nada es suficiente si lo quieres todo.

Y Amanda lo quería todo. Cuando la conoció, su belleza eclipsó la luz del sol. Era hermosa y lo sabía, pero necesitaba que el mundo lo supiera. Y él tan sólo quería que fuera feliz. Le construyó la casa de sus sueños al lado el mar, cubrió su cuerpo escultural con vestidos de diseños y le concedió hasta el más pequeño de sus caprichos, joyas, coches... Todo era poco para Amanda. Y ella le quería. ¡Oh, sí! De eso no cabía duda, le amaba y le deseaba pero no más de lo que se amaba y se deseaba a sí misma. Pronto empezó a pedir imposibles y Josh removió cielo y tierra para conseguirlos.
Un día, pidió una estrella del cielo. Josh tardó, pero regresó con un pequeño colgante engarzado en plata que brillaba como el lucero del alba. Venus no volvió a salir ni al amanecer ni al atardecer. Amanda se lo agradeció con una noche de sexo y pasión desbordados como nunca había vivido. ¿Qué importaba una maldita estrella a cambio de aquello? Si le hubiera pedido el sol el mundo hubiera vivido en tinieblas pero él sería feliz.
No le pidió el sol, pero no tardó en pedirle que detuviera el tiempo para ella. Así nunca envejecería, siempre sería la hermosa joven que le colmaba de atenciones y calmaba su hambre cada noche. Pero Josh sólo tenía un alma que vender y la suya estaba hipotecada. Pero Amanda fruncía el ceño y empezó a mostrarse arisca con él y más amable con los otros de su clase, estudiando sus posibilidades, acechando a quién le pudiera conceder su siguiente deseo. Josh no podía permitirlo, la necesitaba demasiado, las noches sin ella se convertían en húmedas pesadillas de deseo y frustración. Si no le quedaba alma tendría que conseguir otra.
Robó la de un niño, un carterista, las almas infantiles eran muy valoradas. Conseguiría un buen trato por ella. Y el cadáver de un mendigo causaría más pena que revuelo.
Y volvió a casa, con Amanda, y le dijo que sí, que haría lo que ella quería, pararía su tiempo, nunca más volvería a envejecer. Ella estaba radiante de felicidad, y lo demostró a su manera, como siempre hacía. Las noches de abstinencia habían avivado el deseo de Josh que arrancó su ropa de cuajo sin importarle el dinero que había costado y la penetró allí mismo, sin llegar al dormitorio, sin quitarse los pantalones, sin importarle siquiera la presencia de la doncella que miraba sin saber qué hacer.
— ¡Hazlo! —gritó ella en el momento álgido— ¡Dámelo todo! ¡Para el tiempo para mí!

Mucho ha llovido desde entonces. Josh se separó de la ventana sin dejar de acariciar la pistola. Se acercó a la cama. Estaba ocupada por una figura inmóvil que le esperaba en una curiosa postura. Allí estaba Amanda, su Amanda. Parecía disfrutar, tenía los ojos cerrados y la boca abierta con la sombra del orgasmo permanentemente dibujada en su rostro. Nunca envejecería, nunca moriría, el tiempo no trascurriría para ella, sería siempre joven, siempre hermosa y siempre suya. Una preciosa muñeca inalterable para toda la eternidad. Era lo que ella deseaba. Josh la besó y acarició sus pechos, sin dejar de llorar. Se le pasó por la cabeza hacer el amor una última vez, estaba en una posición perfecta para ello pero ya lo había hecho con anterioridad y sólo había encontrado frialdad, le faltaba su fuego, la pasión. era como una de esas muñequitas de Sex Shop. Tenía su cuerpo pero ya no era su Amanda. La había perdido, hasta que el tiempo dejara de existir y él no podía esperar más.

A fuera, era noche cerrada, había dejado de llover. La luces desfiguradas reflejadas por los charcos, el humo de las calefacciones y el sonido lejano del tráfico conferían un aire tétrico al callejón. Un gato maullaba entre los contenedores de basuras, disputando la cena con una rata, salió corriendo cuando escuchó el sonido de un disparo.









4 comentarios:

Samhain dijo...

Pués la verdad es que te ha quedado muy bién y la historia es molt maca.

Victor Mancha dijo...

Pero que exagerada. ¡Un pequeño desastre, dice! Ya quisiera yo que todos mis desastres tuvieran esta calidad. Era un ejercicio de escritura automática, mujer. No seas tan dura contigo misma.

Bryoria dijo...

Yo creo que "maca" no sé si la define muy bien. :S

No sé, cuando la acabé de escribir me pareció una bazofia intragable pero ahora creo que puede que no esté tan mal. Aunque sigue sin gustarme mucho.

El Profesor Frink dijo...

A mí me gusta, ya te lo dije. Como todas las cosas hechas a prisa y corriendo, pues se tiene que pulir, pero la historia es tétrica como ella sola y se deja leer.