martes, 1 de diciembre de 2009

Marioneta de Agua

Os dejo un pequeño teaser de la continuación de Rubí.

Marioneta de Agua

Ara estaba orgullosa de su pan. ¡Y no era para menos! Todas las semanas venían dos o tres criados de las casas nobles y se llevaban varias hogazas para uso y disfrute de algún poderoso señor. Tenía su pequeño puesto en el mercado y, cuando volvía a casa al caer la noche, sólo se llevaba su pequeña barrita porque había acabado con todo.

Su secreto... era suyo, y de nadie más. Algún día, su hijo le acompañaría pero por ahora, prefería estar emborrachándose en alguna sucia taberna. Pero bueno, era un hombre, ¿qué se podía esperar de un hombre? La pescadera de enfrente le gritaba algo, esta mujer... siempre gritando. Pero el mercado estaba abarrotado a esa hora y era imposible oírla.

Ara se separó de su puesto menos de tres pasos, la pescadera quería que le guardara una hogaza, nada más. Lo mismo de cada día. Fue tan sólo un segundo. Era consciente de la presencia de pillos y ladronzuelos e incluso los hombres de buena voluntad alargaban las manos cuando el hambre apretaba, así que nunca se separaba de sus hogazas, eran demasiado valiosas. Pero cuando se giró, se fijó en que a la elaborada pirámide de pan, le faltaba una pieza.

Ara se enfadó, arrugó el entrecejo puso los brazos en jarras. Sólo era un mal día, no pasaba nada, sólo era una hogaza. ¡Pero era su hogaza y no se la habían pagado! Si se corría la voz de que Ara se dejaba robar pronto necesitaría más ojos para vigilar cada una de las piezas y eso sí que no podía permitírselo. Por todos los diablos, ¡era una hogaza! ¿Cómo se podía esconder una hogaza?

Por un momento, sólo un momento, le pareció entrever un resplandor que desaparecía tras el puesto de frutas. Pero no podía ser, apenas era un pequeño agujerito, nadie podía pasar por allí. Ni siquiera un niño pequeño.

Ara suspiró y sacudió la cabeza, intentando restar importancia a lo ocurrido. Lo pasado pasado está y no tenía sentido torturarse por ello, sólo tenía que procurar que no volviera a suceder. De nuevo tras el mostrador, recolocó las hogazas para conformar, de nuevo, la perfecta pirámide. Un nuevo brillo acaparó su atención, esta vez sobre el mostrador. Había un anillo, un anillo de oro con una enorme amatista.

Ara boqueó como un pez y guardó el anillo en el bolsillo mirando alrededor para comprobar que nadie la hubiera visto. Pero era difícil borrar la expresión de felicidad de su cara.

Mañana haré fiesta. —pensó.


No hay comentarios: