sábado, 19 de enero de 2013

Escribiendo Sexo

Imagen sacada de Google

O con ganas de conseguir lectores a base de polémicas. Porque, sí hijos míos, parece mentira pero en pleno siglo XXI hay gente que se escandaliza cuando hablamos de sexo. SEXO. Y no, no voy a hablar de 50 sombras de Grey. Creo que ya se ha dicho todo lo que se tiene que decir sobre el tema.
Unos cardan la lana y otro se llevan la fama.
Hace tiempo, me labré cierta reputación de meter demasiadas escenas de sexo. Voy a decirlo, soy un poco mojigata para hablar de según qué temas y como alguien saque esto en una conversación pública, me pondré colorada, me taparé la cara con las manos (sí, aunque suene a cliché, yo hago eso) y me saldrá humo por las orejas (esta vez sí, en sentido figurado). Así que imaginadme a mí, toda modosita, escribiendo escenas de sexo con todo lujo de detalles y luego, dándole la novela a su madre para que se la lea.
Bien, por suerte siempre he sido buena creando metáforas.
Sí, eh... ¡A mi madre le gustó la novela! No faltó el comentario de «demasiadas escenas de sexo», pero... ¡Ey! ¡A mi madre le gustó la novela!
Imagen de alguien sacada de google ¡sorry!
Luego ha habido otras novelas, otras historias, no en todas hay sexo pero en un proyecto en concreto el sexo tiene bastante importancia ya que la relación entre los protagonistas comienza con eso y se basa en eso, al menos, al inicio. Sí, hijos míos, estoy rozando la barrera psicológica que separa los géneros literarios. Ahora mi hermana, arrugaría el entrecejo de forma sutil y recurriría  a los miles de tópicos que pueblan un género del que nunca ha leído nada: ¡Oh, qué moñas!

Pues esa es la fama que lastra la novela rosa. Un exceso de glucosa.
He leído de todo, lo admito. Y sí, hay veces que necesitas un momento bonito cuando los protagonistas pasan por un auténtico infierno. Pero decir que por eso es moñas es como decir que por poner una cucharada de azúcar al café cargado eres una persona empalagosa. Hay de todo en la viña del señor, hijos míos, generalizar está feo.
Pero hace tiempo que me voy metiendo en terrenos más pantanosos que el sexo típico. Y ahora es cuando me pongo roja, escondo la cara y me sale humo de las orejas porque toca salir del armario. O mejor, que mis personajes salgan del armario. Porque lo que estoy escribiendo no es una cosa que se balancee por la ciencia ficción adentrándose en la novela rosa, no, se está metiendo en un precioso color morado. ¿He dicho ya lo buena que soy con las metáforas?
Estoy escribiendo homoerótica.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Llamen a la Inquisición! ¡¿Es que sus padres no la educaron bien?!
La cosa comenzó con un reto personal. La verdad es que en las Crónicas salen escenas de sexo (no lo habríais dicho nunca, ¿verdad?) y sale un personaje bastante importante que es homosexual. La cuestión es que, en la segunda parte, bien... hay un fundido en negro. Hasta ese momento había escrito todas las escenas con lujo de detalles (demasiados, dirían algunos) pero en este caso, mi mente dieciochesca se vino atrás y no pudo hacerlo.
Y entonces fue cuando una amiga escribió para mí “la escena que debió ser y nunca fue”. Y después de ese vino otro. La cuestión es que me prometí a mí misma que si estaba convencida de que eso no estaba mal, ¿por qué no era capaz de describirlo? Así que una buscó una fuente fidedigna de documentación*. Por supuesto. ¡MANGA! (*nótese el sarcasmo pero... bueno, fue lo que hice. :P)
El Yaoi era un género que no me había llamado mucho. Sabía que existía pero todavía recuerdo que saqué el zumo por la nariz cuando descubrí que Toya y Yukito (Cardscaptor Sakura) no eran “amigos” exactamente. ¡Adiós a mi inocencia! 
©Cardscaptor Sakura

Una vez superada cierta aversión inicial (atavismos sociales demasiado arraigados) la verdad es que el género me encantó. Consiguió algo que no me había pasado nunca con el Shojo, y era que me importaran los dos protagonistas. Sí, en el Yaoi los roles están muy marcados y no tienes dudas en ningún momento pero... De alguna forma extraña, es más fácil identificarse con un uke yaoi típico que con una chica japonesa al uso. Es una pareja en la que se tratan como iguales (bueno, si no lo hacen son más por cuestiones jerárquicas que no de sexo), sus objetivos son los mismos y las conversaciones son de igual a igual. Y eso en un Shojo es imposible.
Curiosos del tema, recomiendo un par de series con el balance justo de sexo y romanticismo, Junjou Romantica y Sekaiichi Hatsukoi (esto sería más tipo culebrón típico) y Ai No Kusonabi (que a mí me pareció muy dura, que se aleja de los tópicos que uno establecería en el tema, sobre todo la parte de la glucosa).
Después de eso he leído varios comics (japoneses, americanos y producto nacional) y he tenido la suerte de toparme con alguna novela muy buena (mi introducción en el género fue con Juegos de Seducción y la calificaría como muy, MUY, recomendable).
Pues lo dicho, un mundo entero para descubrir más allá de las convenciones sociales. 
Apa, ya me he ido por la ramas. Volviendo al tronco principal, en alguna entrada de este blog comentaba que me sentía más cómoda escribiendo sobre chicos y que mis personajes masculinos me gustaban más que los femeninos. Así que una parte de mí siente que lo que ha hecho ha sido tirar por el camino fácil (excepto con las escenas de sexo que tardo HORAS en escribir menos de quinientas palabras).
Y claro, también está el placer culpable de sonrojarme, taparme la cara y hacer que mis orejas echen humo.
©Sekaiichi Hatsukoi


2 comentarios:

Raelana dijo...

A mi me gustan las escenas de sexo menos explícitas xDDDD pero bueno, lo cierto es que no se te dan nada mal. También es verdad que el romance gay siempre me ha gustado, desde que leí El muchacho persa y Maurice y quizás es por eso que dices de que la pareja se trata de igual a igual, cosa que en el romance heterosexual no siempre es así, muchas veces se ve un fondo de "lucha de sexos" que a mí al menos me echa para atrás.

Bryoria dijo...

¡Gracias por leerme y comentar, Rae!

La verdad es que es cierto, la mayoría de veces (no todas) el romance típico se convierte o bien en una lucha de sexos o bien repite los cánones preestablecidos hasta la saciedad. Cuando no empieza con uno y acaba con el otro de la forma más típica. ¬.¬

Otro de los puntos que para mí resulta atrayente es el amor por encima de las apariencias y las convenciones sociales. En un mundo en el que los príncipes se casan con plebeyas, y los romances interraciales e interculturales son considerados obvios y libres desde el punto de vista occidental, quizá es la única barrera que falta por tirar del todo.

Cuando escribamos, leamos y hablemos sobre el tema con total libertad, habremos avanzado. Por desgracia, me temo que todavía falta.